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08 junio 2015

Pitada al himno

La monumental pitada con que los aficionados del Athletic y del Barça obsequiaron al Rey en el partido final de la copa, es un hecho que ha hecho correr mucha tinta y sobre el que se ha sobreactuado de forma  excesiva.

Una pitada de las características de la de la final ofende sin duda a muchos ciudadanos, con independencia de lo que piensen sobre el mayor o menor grado de autogobierno que tenga que haber en Euskadi y Catalunya, incluso para los que  no somos excesivamente partidarios de banderas e himnos, la pitada fue una situación indeseada que hubiéramos preferido que no se produjera.

Pero lo cierto es que hubo pitada y no es la primera vez que sucede y seguramente tampoco será la última, era, además un hecho anunciado y predecible debido a los conflictos nacionalistas existentes en Euskadi y sobre todo, en Catalunya y que está en plena efervescencia nacionalista después del seudoreferendum celebrado y la convocatoria de "elecciones plebiscitarias" en el próximo mes de septiembre.

Se puede pedir a los nacionalistas que intenten compatibilizar sus demandas con el respeto al resto de los ciudadanos como podría ser por ejemplo, manteniendo silencio durante el himno para luego enarbolar sus banderas y cantar sus propios himnos nacionales, pero no se puede evitar que utilicen estos acontecimientos para expresar sus sentimientos.

Aunque las cosas se podrían haber hecho de otra manera, la realidad es que en los grandes espectáculos masivos, como fútbol o toros, la forma usual de expresión son los pitos y las palmas y eso vale tanto para el espectáculo en si mismo, como para cualquier otro evento asociado, en este caso la presencia del Rey.

La libertad de expresión es un derecho reconocido, y específicamente declarado como tal por la Audiencia Nacional en otras situaciones similares y lo más que se puede reprochar es una falta de educación o de respeto que no son un delito.

hay que destacar destacar la torpeza de los responsables deportivos por llevarse este partido a Barcelona cuando, incluso por razones de neutralidad deportiva, tendría que haberse celebrado en el Bernabeu, donde el reparto de pitos previo al partido no hubiera sido tan fácil, y la pitada habría sido menos sonora. Si el partido no se jugó en Madrid fue debido al papanatismo, aceptado por la Federación, del presidente del R. Madrid que no quería que su rival ganase la copa en su estadio.

Poner de manifiesto finalmente el correcto comportamiento del Rey Felipe, que aguantó estoicamente, como es su obligación, la pitada con que le obsequiaron los aficionados. Contrasta esta actitud con el fariseo rasgado de vestiduras de muchos palmeros de la corona que no son capaces de aguantar y contextualizar las críticas.

1 comentario:

  1. Los gritos en el fútbol son un desahogo ante la presión laboral y las frustraciones de no llegar a fin de mes entre otras, en el boxeo se canta una esquina con aplausos y pitos, la otra también con aplausos y pitos y luego se presenta al árbitro con muchos pitos antes siquiera de que actúe, es un clásico, se grita “mátalo”, o en el fútbol “hijoputa” con una facilidad y familiaridad extraordinaria. Los presidentes de clubes de fútbol, normalmente chorizos profesionales, que como decía el Maquinavaja: “no sé si son ricos porque son hijoputas o son hijoputas porque son ricos”, animan y protegen a ultras porque en ese caldo de cultivo se encuentran a los animadores de lo irracional y se benefician de una propaganda fomentada también en tertulias irracionales por pseudoperiodistas al servicio de la causa que gritan y ofenden por dinero. Pues resulta que algunos políticos, que deberían velar por la seguridad ciudadana, se dedican a alimentar actos de protesta “hooligan”, a desestabilizar como chantaje, están acostumbrados desde el inicio de la reciente democracia, la frase del Señor de Cataluña a Zapatero lo define: “tú pon más dinero y yo quito independencia”. Esos pitos provocados y subvencionados se hubieran acallado con una transferencia previa, y no para sanidad o educación sino para que la aristocracia catalana pudiera vivir aún mejor, dilapidar más a gusto y presumir de poder. Los pitos son el ejemplo de la moderna manipulación de masas.

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