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27 marzo 2016

Obama en Cuba

Para los miembros de mi generación, que nacimos a mediados del siglo XX y tenemos una ideología de izquierdas, la revolución cubana, (1 de enero de 1959), ha tenido una presencia constante en nuestras vidas.

Durante más de 50 años, hemos asistido a todos los acontecimientos ocurridos desde ese momento en Cuba: el desembarco de Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles, las acciones revolucionarias del Che Guevara hasta su muerte en Bolivia, la participación cubana apoyando a diversos movimientos revolucionarios en distintos países y, sobre todo, al sistemático bloqueo norteamericano que ha mantenido a Cuba durante muchos años al limite de la supervivencia.

El bloqueo cubano comenzó en 1962, bajo la presidencia de Kennedy, después de la crisis de los misiles. En 1975, siendo presidente G. Ford, se establecieron algunos contactos secretos que suavizaron el embargo, aunque esta mínima distensión se cortó con el pretexto de la participación cubana en la independencia de Angola. En los años siguientes bajo las administraciones republicanas de Reagan y Bush padre, se endurecen las sanciones a Cuba, en 1982, con la inclusión en la lista de países terroristas y en 1992, con la Ley Torricelli. El último hito del bloqueo se produjo en 1996, durante la Administración Clinton, con la aprobación de la Ley Helms Burton.

El fin de la Unión Soviética privó  a Cuba de su mayor apoyo, aunque mantuvo su resistencia con otras alianzas en el continente americano: Ecuador, Bolivia, Nicaragua y, sobre todo, Venezuela, durante su período de bonanza económica debido al petroleo, sustituyeron el anterior apoyo de la Unión Soviética.

Desde el comienzo del siglo XXI, la situación internacional de Cuba se ha hecho cada vez más difícil. El atraso técnico y económico, a pesar de la potencia que siempre ha tenido en sanidad y educación, la falta de libertades políticas, la presión internacional y el envejecimiento inevitable de Fidel y Raul Castro, hacían temer un desenlace negativo a la revolución cubana cuando Fidel y Raul desaparecieran. 

Es bastante evidente que el régimen cubano necesita una liberalización interior, que tímidamente empezaba a hacerse en el área económica, aunque no tanto en la política. En este contexto, el cambio de actitud de la comunidad internacional, singularmente de los EE.UU., se hacía imprescindible.

No hace falta ser un experto en política norteamericana, para considerar que el momento oportuno es necesariamente, el último año del segundo mandato de un presidente demócrata, cuando terminado su ciclo presidencial, no tiene aspiraciones electorales y tiene mayor libertad de hacer política con mayúscula.

Afortunadamente así ha ocurrido, Obama ha cumplido con las previsiones y ha utilizado sus últimos años para empezar a romper el bloqueo de Cuba con la circunstancia positiva de hacerlo estando todavía vivos los hermanos Castro. Sin su presencia, el régimen cubano estaría debilitado y las posibilidades de una apertura cubana, que fuera capaz al mismo tiempo de mantener los mejores logros de la revolución, serían mucho menores.

El fin de más de cincuenta años de bloqueo, que está próximo a llegar tras el comienzo del deshielo en diciembre de 2014 y la reciente visita de Obama a Cuba, tendrá como consecuencia la reintegración de Cuba a la participación plena en la comunidad internacional, y constituirá una excelente noticia, no solo para los cubanos sino también para todos los que a pesar de sus contradicciones, hemos apoyado la resistencia cubana al bloqueo durante estos años.

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