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14 julio 2020

Los derechos de los mayores

En tiempos antiguos se valoraba de forma muy especial la experiencia y sabiduría de las personas mayores, hasta el punto que los Consejos de Ancianos tenían un papel trascendental en muchas sociedades primitivas.

Actualmente la situación es muy diferente, las personas mayores suelen estar subvaloradas, y muchas veces arrinconadas, como trastos inútiles.

El termino edadismo, recientemente acuñado, hace referencia a todos los comportamientos inadecuados y prejuiciosos hacia las personas vinculados a su edad avanzada.

Una de las manifestaciones más extendidas del edadismo es la discriminación laboral que prescinde de los trabajadores mayores, y muchas veces se consideran mayores a los que han cumplido 50 años, sustituyéndolos por personas más jóvenes, y de menor coste, o directamente por máquinas. En algunas ocasiones esa precipitada sustitución ha hecho fracasar importantes proyectos al jubilar anticipadamente  técnicos con mucha experiencia y sustituirlos por otros más jóvenes que no tenían capacidad suficientes.

La renovación generacional es imprescindible pero hay que hacerla de manera ordenada, respetando los derechos de los trabajadores de distintas edades. En una época en la que se ha prolongado la esperanza de vida  en unas condiciones  físicas y mentales muy buenas, es un desperdicio inadmisible prescindir de los más veteranos de forma sistemática.

En la situación de pandemia por el COVID19 que estamos  padeciendo, la discriminación por edad ha adquirido cotas totalmente inadmisibles para nuestra sociedad que ha supuesto decenas de miles de fallecimientos de personas mayores en las residencias de la tercera edad, especialmente en Madrid y Barcelona.

No voy a entrar en la falta de recursos, la imprudencia y la mala gestión de de las Comunidades autónomas o su falta de sensibilidad, temas que se están debatiendo en muchos medios y que  en un futuro acabaran con toda seguridad en los tribunales. Me preocupa  lo que considero una de las claves del tema, la vulneración sistemática de los derechos fundamentales de las personas mayores que se encuentra detrás de todas estas malas prácticas.

Todo ciudadano, con independencia de su edad, tiene derecho a sus libertades individuales, entre ellas la de  decidir sobre la asistencia sanitaria que necesita. Si un ciudadano, o en su caso sus familiares más próximos, considera que necesita  acudir a un hospital para ser examinado, ningún director de residencia ni ninguna autoridad sanitaria tiene derecho a impedírselo. No es de recibo que  las autoridades sanitarias prohíban llamar a ambulancias para atender a los residentes y no es de recibo que no puedan llamar a su médico cuando lo consideren necesario.

La decisión de a quien se asignan los recursos  médicos disponibles en cada momento (UCIs, respiradores o camas hospitalarias) corresponde a los equipos médicos, no a las autoridades autonómicas.

Se han dado también discriminaciones en función del origen laboral de los jubilados. Los beneficiarios del régimen general de la seguridad social no han sido atendidos mientras que los funcionarios, que tienen su sanidad pública concertada con entidades privadas, si han podido serlo. 

Tampoco es de recibo, en pleno siglo XXI en el que el uso de teléfonos móviles está generalizado, que los familiares no hayan podido comunicarse con los residentes y hayan tenido que recibir información discrecional por parte de la dirección de las residencias, en muchas ocasiones solo para comunicarles su fallecimiento.

Las personas mayores que viven en su propio domicilio han tenido la oportunidad de requerir los servicios médicos u hospitalarios cuando lo han considerado necesario. No hay razón para que los mayores que residen en un centro geriátrico no tengan los mismos derechos.

Hay que cambiar el modelo de residencias y, además de dotarles de más recursos económicos y de  un mejor acceso a los servicios médicos, hay que quitarles esa capacidad que se arrogan de restringir derechos a los mayores que hace que algunas residencias se asemejen más a centros penitenciarios que a lugares donde vivir bien atendido y con todos los derechos.


3 comentarios:

  1. Hay Alfonso, ya semos muy viejos o muy mayores, según la presidenta de Madrid UN DÍA SE LA OCURRIÓ DECIR QUE LOS MAYORES DE 60 AÑOS NO TENÍAMOS DERECHO DE IR AL HOSPITAL, al día siguiente la corrigió el vicepresidente diciendo a partir de los 70 años, joder yo ya cumplí los 72, ahora estoy en mi pueblo de Guardo al lado de la montaña donde se duerme bien, a los tres días de llegar de Madrid cuando nos soltaron me dio un pequeño mareo me llevaron a urgencias de Palencia y al día siguiente me pusieron un marca pasos, todo salió muy bien y el trato estupendo, menos mal que no me ocurrió un mes antes en Madrid, que hubiese pasado si no podía ir al Ramón y Cajal, me encuentro muy bien. Menos mal que nos jubilamos a tiempo...pero como bien dices esto es un cachondeo de la España-Cañí un país de gentuza que se aprovechan de la sanidad de los enfermos y de los que tienen más de 50 años que ya no sirven manda gúevos. Un saludo, Pedro.

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    1. Me alegro que te haya ido bien Pedro. El que seamos mayores, yo tambien tengo 72; no nos debe quitar ninguna derecho sanitario. Cuando nos llegue la hora, llegará, pero que no nos empujen. Un abrazo

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  2. Es la Atención Primaria la que debería atender a los ancian@s que estén en las residencias (en los asilos). Durante la pandemia estos asilos han sido guetos o campos de exterminio, según se mire.

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