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11 marzo 2013

Democracia eclesial



La habilidad con que la iglesia católica maneja la doble condición del Papa como Jefe de Estado y líder religioso, hace que su influencia en el mundo sea superior a la que le correspondería como jefe religioso, por ello la elección de un nuevo Papa nos afecta de una forma o de otra a todos los ciudadanos, seamos o no católicos.
Viendo las imágenes de Roma de estos días y leyendo los medios de comunicación, se podría tener la falsa impresión de que los cardenales de la iglesia católica forman una asamblea que va a proceder a elegir, de forma democrática, al sucesor del papa dimitido.
Pero cualquier parecido del cónclave con un parlamento democrático es simple coincidencia.
La iglesia católica se gobierna, misticismos aparte, por un obispo, el Papa de Roma, que tiene poderes de monarca absoluto. Debido a que los obispos tienen prohibido el matrimonio, esta monarquía no tiene carácter hereditario, aunque alguna vez en la historia si ha pasado de padres a hijos.
La iglesia católica está dirigida por una gerontocracia machista, en la que los llamados príncipes de la Iglesia, los cardenales, son cooptados por los anteriores Papas. En la práctica, dada la avanzada edad de los cardenales y la limitación de edad máxima de ochenta años para ser elector, la casi totalidad de los electores han sido nombrados por el Papa anterior, lo que de alguna manera le garantiza en buena parte la continuidad de sus políticas.
En resumen la Iglesia es una organización NO democrática, en la que no se tiene en cuenta para nada, ni la opinión de los fieles, ni la de los curas, ni la de las propias organizaciones católicas, salvo las que consiguen introducirse en los círculos de influencia vaticanos.
Como seguramente es habitual en este tipo de estructuras, una buena parte del poder real lo ejercen organizaciones cercanas al Papa y a la curia que consiguen sus objetivos mediante la práctica del tráfico de influencias. Si en tiempos históricos los más influyentes eran los reyes y las órdenes religiosas, actualmente ocupan ese puesto las asociaciones católicas más reaccionarias: Opus Dei, Legionarios de Cristo, Kikos, etc.
Volviendo a los cardenales menores de ochenta años, auténticos protagonistas de la elección papal, son un total de 117, de los que quedan 115 sino hay más bajas por pederastia o por otras razones. Hay cardenales de 47 países, 36 de ellos con un solo representante siendo Italia con 28 cardenales el que tiene un número más alto de cardenales, debido a que copan buena parte de la curia romana, el aparato administrativo de la iglesia católica.
Esa dispersión universal de la mayoría de los cardenales, obispos de las principales ciudades del mundo, hace más importante la influencia de los miembros de la curia que controlan todos los resortes del poder vaticano. La curia es por tanto un elemento clave en las dificultades que tiene la iglesia católica para evolucionar y adaptarse al siglo XXI.
Un apunte final sobre el hermetismo vaticano. En unos tiempos en que se exige la máxima transparencia a todos los gobernantes, el conclave es secreto, los resultados finales se conocen por una columna de humo, nadie sabe, ni puede saberlo bajo pena de excomunión, por qué se elige Papa a un cardenal y no a otro, que méritos y que apoyos tiene, quienes le han votado y quienes no, en fin todas las razones que exigiríamos saber sobre la elección de un gobernante democrático.
¡Habrá que creer en la influencia positiva del Espíritu Santo!, para que salga una decisión coherente de un organismo tan hermético como el conclave.

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