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05 octubre 2013

Nucleares NO



El 17 de enero de 1966 colisionaron en el espacio aéreo de Palomares, a 10.000 metros de altura sobre la costa del Mediterráneo, un avión cisterna KC-135, cargado con 110.000 litros de combustible, y un bombardero B52, y las armas nucleares que este último transportaba, ambos  aparatos pertenecientes a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.

Como consecuencia del accidente cayeron cuatro bombas nucleares de 1,5 megatones, dos de ellas, quedaron intactas. En las otras dos que cayeron en tierra, se produjo la explosión de la carga convencional, afortunadamente no de la nuclear, lo que hizo que se rompieran en pedazos y se formase una nube de finas partículas compuesta por los óxidos de elementos transuránicos que formaban parte del núcleo de las bombas, más el tritio que se vaporizó al romperse el núcleo. Dicha nube fue dispersada por el viento y sus componentes se depositaron en una zona de 226 hectáreas.

La bomba que cayó en el mar fue recuperada después de 80 días, gracias a las indicaciones de un pescador, llamado desde entonces “Paco el de la bomba”.

En marzo de 1966, Manuel Fraga Iribarne, entonces todopoderoso ministro franquista de Información y Turismo, montó el numerito de bañarse junto con el embajador norteamericano en Palomares, en la playa de Quitapellejos, para “demostrar con el ejemplo que no existía peligro de radioactividad en aquella zona costera”.

Sin embargo, el baño debió ser poco efectivo pues, todavía hoy, queda mucho por descontaminar en ese entorno que sigue sin tener definido un plan de descontaminación de los 50.000 m3 de metros cúbicos de tierra adulterados por el plutonio.

En lo que parece ser una gran afición de los dirigentes gallegos de la derecha española a los temas nucleares, 47 años después, nuestro presidente del gobierno, Mariano Rajoy repite el numerito visitando la ciudad japonesa de Fukushima, supuestamente para expresar su solidaridad por la catástrofe nuclear ocurrida allí hace dos años.

No hacía ninguna falta que M. Rajoy fuera a Fukushima en su viaje a Japón, pues la solidaridad se puede expresar sin necesidad de ese viaje, pero lo que no es de recibo, es que este nefasto personaje se permita el lujo de afirmar que "el temor sobre la zona es "infundado" y ha confiado en que su visita "contribuya a disipar" esos miedos".

¿Con que títulos se permite hacer esta afirmación?
¿Ha vuelto a consultar con su primo el que niega el cambio climático?

No sabe el presidente de nuestro gobierno que en Fukushima hubo casi 20.000 victimas entre muertos y desaparecidos, cientos de miles de desplazados, miles de hectáreas contaminadas, miles de toneladas de agua radioactiva vertidas al mar, cientos de miles de millones de euros de pérdidas.

No sabe nuestro presidente que el accidente de Fukushima se ha debido a errores en el emplazamiento y en el diseño de las instalaciones, de los que hay que aprender y que ha propiciado el fin de la energía nuclear en Alemania y el replanteamiento de todas las medidas de seguridad en todo el mundo, España incluida.

Produce vergüenza nacional las frívolas declaraciones de M. Rajoy, que parecen más propias de un activista del lobby nuclear.

Siempre he sido prudente y he evitado mantener una postura muy radical contra las centrales nucleares, pues se combina el riesgo existente con las necesidades de producir energía limpia y barata, pero si los dirigentes de nuestro país comparten las peregrinas opiniones de Rajoy, quitándole importancia a accidentes como el de Fukushima, no queda más remedio que gritar con fuerza:

¡NUCLEARES NO!



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