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14 febrero 2014

Los limites del poder de la calle


En las últimas semanas, ha habido en España grandes manifestaciones y protestas ciudadanas contra las políticas restrictivas del gobierno del PP, que recortan derechos ciudadanos y crean desempleo y pobreza, todo ello adobado con una corrupción muy extendida, que desborda todo lo conocido anteriormente.

Estas grandes movilizaciones han conseguido grandes éxitos, como la paralización de la privatización de la sanidad en Madrid. Otras movilizaciones, convocadas de forma menos general, han alcanzado también algunos resultados, aunque de carácter  parcial; la Plataforma Antidesahucios, por ejemplo, ha conseguido evitar algunos desalojos, aunque no ha podido conseguir una paralización generalizada de los mismos. Hay que constatar, por otro lado, que sí han conseguido aumentar la conciencia social sobre este asunto; teniendo también, un efecto indirecto en la reducción de las decisiones de desahucio de algunos bancos.

Todas estas experiencias demuestran una vez más, que cuando gobierna la derecha, las movilizaciones son fundamentales para defender los derechos adquiridos, o al menos, acotar los limites de su degradación, pero sin embargo, no son suficientes para proponer soluciones alternativas y volver a la senda de los avances sociales. Para ello es imprescindible LA ACCIÓN POLÍTICA.

Durante muchos años, la estrategia clave de la socialdemocracia fue poner en primera línea la acción reivindicativa de los sindicatos para defender los derechos de los trabajadores, mientras gobernaba la derecha, para, una vez alcanzado el poder, proseguir los avances sociales con la acción política de los gobiernos socialistas.

En la España del siglo XXI la situación es mucho más compleja pues la derecha gobernante, con la excusa adicional de la crisis económica, no solo ataca los derechos de los trabajadores sino, también, los de todos los ciudadanos en cualquiera de sus áreas de interés, educación, sanidad, medioambiente, derechos de las mujeres, discapacitados, etc. Por ello, en los últimos meses los sindicatos han estado acompañados por muchos movimientos sociales, algunos de ellos surgidos en los últimos tiempos como consecuencia de la indignación ciudadana.

Se han dado algunos pasos para definir algunos planteamientos comunes, los más relevantes han sido en el propio congreso de los diputados en relación a la derogación  de la ley Wert y de la Reforma Laboral, consenso que proseguirá sin duda, sobre la vuelta a una ley de plazos en relación con el aborto, si finalmente se consuma la aprobación de la ley Gallardón.

Hay algunos otros acuerdos que se podrían dar fácilmente, al menos en términos generales, son los relativos a la transparencia de instituciones y partidos políticos o las medidas económicas tendentes a cambiar la estructura fiscal, en el sentido de que paguen más las empresas y los que más tienen y a que se dicten medidas eficientes contra el fraude y la fuga de capitales. Si bien en estos temas pueden aparecer discrepancias significativas.

Todos los partidos progresistas se encuentran con un obstáculo fundamental: el escepticismo y la desconfianza de los ciudadanos hacia la, política que muestran todos los indicadores sociales. Esta desconfianza puede provocar un alto grado de abstención cuyas consecuencias pueden ser nefastas y permitir que vuelva a ganar la derecha si los electores de izquierdas deciden quedarse masivamente en su casa.

Por tanto, la primera tarea que tenemos todos los que nos consideramos progresistas es luchar contra la abstención y eso incluye también a los medios de comunicación supuestamente progresistas que muchas veces parece que disfrutan poniendo de relieve, a veces exagerándolos e incluso inventándolos,  los problemas que puedan existir en la izquierda.

Los ciudadanos progresistas tienen que acudir a votar a los partidos de izquierdas y, a continuación, exigirles que no se pierdan en cuitas internas y aspectos secundarios y se centren en buscar acuerdos que permitan empezar recuperar todo lo que estos cuatro años de gobierno de derechas nos está haciendo retroceder.

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