Las convocatorias electorales en Grecia y Catalunya, previstas para finales de Septiembre no solo coinciden en las fechas, hay otro elemento fundamental que afecta a los dos procesos:
El papel determinante de la Unión Europea.
En Grecia, la convocatoria de elecciones anticipadas se ha hecho debido a las dificultades del proceso de negociación del rescate, en el que el gobierno griego tuvo que ceder después de una dura negociación y a pesar de la presión ciudadana, expresada por medio de un referéndum. La amenaza de expulsión del euro fue el factor determinante para obligar a Tsipras a alcanzar un acuerdo.
Las elecciones catalanas se han adelantado buscando una alternativa al referéndum, prohibido por el gobierno de Madrid, sobre el proceso de independencia, asunto que, en principio, no tendría nada que ver con la U.E.
Sin embargo, dado que una de las estrategias que se está barajando en los ambientes independentistas catalanes, es pedir su apoyo para que intermedie a su favor con el gobierno español en una hipotética negociación, el papel de la Unión adquiere importancia. Para poder plantearse esa mediación sería imprescindible, aunque no suficiente, que las fuerzas independentistas obtuvieran un resultado contundente, no bastaría con una victoria pírrica.
Las probabilidades de obtener apoyo europeo no les son nada favorables a los independentistas. Por una parte los antecedentes son malos: el referéndum escocés no tuvo ningún respaldo en la Unión, aunque era totalmente legal y estaba aceptado por el gobierno británico. Por otro lado en Europa hay muchas regiones (de 150 a 200 según los datos estimados por Felipe Gonzalez) con aspiraciones similares a las catalanas y Europa no quiere crear precedentes que la harían ingobernable.
En síntesis, además del resultado de las elecciones del 27S, la posición de la U.E. es, del mismo modo que en Grecia, un factor fundamental para el futuro de Catalunya. Algunos dirigentes separatistas empiezan a ser conscientes de esta situación cuando aceptan que Catalunya va a empeorar a corto plazo, aunque confían que dure poco, y se van a quedar fuera de la Unión y del euro, aunque estén convencidos que volverán.
Si, finalmente, Catalunya decidiese separarse de España y esa separación se consumase, situación totalmente improbable, estaría avocada a quedarse fuera de Europa y a tener que utilizar como divisa alguna antigua moneda catalana, como los Dinerillos de la Cruz del siglo XVII o los Croats del XV, pues sería contradictorio que volvieran a la peseta española.
La salida del euro y de la Unión Europea tendría graves consecuencias económicas y políticas para Catalunya. Aun en el supuesto de dar por hecho su vuelta, esta se produciría en todo caso, en un plazo lo suficientemente largo para que pueda ser fácilmente asumido por los ciudadanos catalanes.
Las elecciones catalanas se han adelantado buscando una alternativa al referéndum, prohibido por el gobierno de Madrid, sobre el proceso de independencia, asunto que, en principio, no tendría nada que ver con la U.E.
Sin embargo, dado que una de las estrategias que se está barajando en los ambientes independentistas catalanes, es pedir su apoyo para que intermedie a su favor con el gobierno español en una hipotética negociación, el papel de la Unión adquiere importancia. Para poder plantearse esa mediación sería imprescindible, aunque no suficiente, que las fuerzas independentistas obtuvieran un resultado contundente, no bastaría con una victoria pírrica.
Las probabilidades de obtener apoyo europeo no les son nada favorables a los independentistas. Por una parte los antecedentes son malos: el referéndum escocés no tuvo ningún respaldo en la Unión, aunque era totalmente legal y estaba aceptado por el gobierno británico. Por otro lado en Europa hay muchas regiones (de 150 a 200 según los datos estimados por Felipe Gonzalez) con aspiraciones similares a las catalanas y Europa no quiere crear precedentes que la harían ingobernable.
En síntesis, además del resultado de las elecciones del 27S, la posición de la U.E. es, del mismo modo que en Grecia, un factor fundamental para el futuro de Catalunya. Algunos dirigentes separatistas empiezan a ser conscientes de esta situación cuando aceptan que Catalunya va a empeorar a corto plazo, aunque confían que dure poco, y se van a quedar fuera de la Unión y del euro, aunque estén convencidos que volverán.
Si, finalmente, Catalunya decidiese separarse de España y esa separación se consumase, situación totalmente improbable, estaría avocada a quedarse fuera de Europa y a tener que utilizar como divisa alguna antigua moneda catalana, como los Dinerillos de la Cruz del siglo XVII o los Croats del XV, pues sería contradictorio que volvieran a la peseta española.
La salida del euro y de la Unión Europea tendría graves consecuencias económicas y políticas para Catalunya. Aun en el supuesto de dar por hecho su vuelta, esta se produciría en todo caso, en un plazo lo suficientemente largo para que pueda ser fácilmente asumido por los ciudadanos catalanes.