Entre los principales problemas políticos que tenemos actualmente en España, los dos mas significativos, los que ocupan gran parte de la información están: la crisis política de Cataluña, derivada de las reivindicaciones independentistas del actual gobierno catalán y la aprobación de los PGE para 2019, debido a la complicada aritmética parlamentaria existente.
Aunque ambos asuntos se refieren a temas totalmente distintos, la coyuntura política los ha relacionado de una forma excesiva. El fundamentalismo catalán del president Torra, la feroz táctica de las derechas españolas y la simpleza de análisis de muchos medios de comunicación, están transmitiendo una relación mecánica, exclusivamente táctica, de brocha gorda, entre estos dos temas, que se resume en que si el gobierno no actúa sobre la fiscalía para liberar a los políticos catalanes presos, los partidos nacionalistas catalanes no apoyaran los presupuestos.
Empiezan a oírse voces pidiendo que se separen ambos asuntos, entre ellas las de Miquel Iceta primer secretario del PSC y, la más significativa, la del presidente de ERC Oriol Junqueras, procesado por el proces.
Aunque tiene mucha lógica que el independentismo, en su propaganda nacionalista, exija como condición sine qua nom la liberación de sus presos, deben ser conscientes de que el gobierno no puede hacer más, ni legal ni politicamente.
Haber intervenido para cambiar a la baja la calificación penal de la Abogacía del Estado, y haber lanzado el mensaje de sugerir la posibilidad de ejercer el derecho de gracia cuando llegue el momento oportuno, son gestos que los nacionalistas deberían valorar positivamente y que, seguramente, se hubiesen ofrecido del mismo modo si no estuvieran por medio los presupuestos.
En cuanto a los presupuestos, que tienen también valor en si mismos, representan un cambio sustancial de la política económica del gobierno que afecta positivamente a todos los españoles, catalanes incluidos.
Por otro lado, entrando en temas tácticos, ni a la izquierda ni a los nacionalistas les interesa anticipar las elecciones. Es muy probable que ganase la izquierda con más claridad o que se diera un resultado equivalente al actual, pero las elecciones las carga el diablo, y un triunfo de las derechas sería nefasto para todo el país y Cataluña sería el territorio más perjudicado.
Por todo ello tengo la esperanza de que, cuando baje el souflé, como decía Jordi Pujol, las aguas vuelvan a su cauce, los presupuestos puedan aprobarse y el conflicto catalán se empiece a enfocar de manera positiva.
Aunque ambos asuntos se refieren a temas totalmente distintos, la coyuntura política los ha relacionado de una forma excesiva. El fundamentalismo catalán del president Torra, la feroz táctica de las derechas españolas y la simpleza de análisis de muchos medios de comunicación, están transmitiendo una relación mecánica, exclusivamente táctica, de brocha gorda, entre estos dos temas, que se resume en que si el gobierno no actúa sobre la fiscalía para liberar a los políticos catalanes presos, los partidos nacionalistas catalanes no apoyaran los presupuestos.
Empiezan a oírse voces pidiendo que se separen ambos asuntos, entre ellas las de Miquel Iceta primer secretario del PSC y, la más significativa, la del presidente de ERC Oriol Junqueras, procesado por el proces.
Aunque tiene mucha lógica que el independentismo, en su propaganda nacionalista, exija como condición sine qua nom la liberación de sus presos, deben ser conscientes de que el gobierno no puede hacer más, ni legal ni politicamente.
Haber intervenido para cambiar a la baja la calificación penal de la Abogacía del Estado, y haber lanzado el mensaje de sugerir la posibilidad de ejercer el derecho de gracia cuando llegue el momento oportuno, son gestos que los nacionalistas deberían valorar positivamente y que, seguramente, se hubiesen ofrecido del mismo modo si no estuvieran por medio los presupuestos.
En cuanto a los presupuestos, que tienen también valor en si mismos, representan un cambio sustancial de la política económica del gobierno que afecta positivamente a todos los españoles, catalanes incluidos.
Por otro lado, entrando en temas tácticos, ni a la izquierda ni a los nacionalistas les interesa anticipar las elecciones. Es muy probable que ganase la izquierda con más claridad o que se diera un resultado equivalente al actual, pero las elecciones las carga el diablo, y un triunfo de las derechas sería nefasto para todo el país y Cataluña sería el territorio más perjudicado.
Por todo ello tengo la esperanza de que, cuando baje el souflé, como decía Jordi Pujol, las aguas vuelvan a su cauce, los presupuestos puedan aprobarse y el conflicto catalán se empiece a enfocar de manera positiva.