Por segundo año consecutivo, las calles de España se han llenado con centenares de miles de mujeres y hombres reivindicando lo que cada vez es más evidente en el siglo XXI:
MÁS IGUALDAD
Si en 2018 se batieron todos los récords de participación, este año han vuelto a pulverizarse.
Las reivindicaciones feministas del siglo XXI incluyen bajo el paraguas de la igualdad, un amplio catálogo de reivindicaciones sociales y laborales, entre las que está en primera línea, la lucha contra la violencia de género, que es una muestra lamentable de la consideración machista que algunos hombres, siempre demasiados, tienen sobre las mujeres a las que consideran prácticamente objetos de su propiedad.
La naturaleza ha concedido a la mujer el monopolio de la maternidad y esta situación, ha sido utilizada históricamente como pretexto para mantenerla en una posición secundaria. La maternidad tiene sin duda algunos condicionantes no delegables para las mujeres: El embarazo, el parto y la lactancia, pero no hay razón, más allá de la inercia social de muchos siglos, que obligue a completar estas obligaciones con la atención preferente y continua a los menores o las tareas del hogar, que son tareas totalmente compatibles y compartibles en el seno de la familia.
La atención a las nuevas generaciones no debe ser exclusiva de los padres, sino que afecta a toda la sociedad, que tiene que colaborar de una manera cada vez más intensa en los costes sociales y económicos asociados a ella.
Del mismo modo que la sociedad pone los medios para el acceso a la educación y a la sanidad de los menores, debe hacerlo para darles la mejor atención posible de su padre y de su madre en los primeros meses de su vida. En este sentido, la igualación progresiva de los permisos de paternidad con los de maternidad, recientemente aprobada por el gobierno socialista, va en la línea de facilitar ese derecho de los menores, al mismo tiempo que iguala los "costes" que tienen hasta ahora los permisos de maternidad para los empresarios y contribuye a la igualdad de oportunidades en la oferta de empleo.
El siglo XXI tiene que ser el siglo de la igualdad de la mujer y en ese sentido, entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) proclamados en la agenda 2030 de Naciones Unidas, figura en lugar preferente, junto con la lucha contra el hambre, la pobreza o el cambio climático.
Indicar por último, que la lucha por la igualdad de género ha trascendido ya hace tiempo de los foros feministas más militantes y tiene un carácter transversal reconocido por el conjunto de la sociedad pero ese carácter no le quita ni un gramo de su valor político. La política progresista ha influido de forma decisiva en el avance del feminismo y la derecha y la iglesia, que siempre han sido un lastre para su desarrollo, empiezan ahora a sumarse al carro introduciendo matices como feminismo liberal, que tienden a descafeinar al movimiento.
Que la derecha empiece a reivindicar el movimiento es un triunfo histórico, pero no hay que permitir que lo desnaturalicen, lo integren y lo conviertan en otra cosa.
Del mismo modo que la sociedad pone los medios para el acceso a la educación y a la sanidad de los menores, debe hacerlo para darles la mejor atención posible de su padre y de su madre en los primeros meses de su vida. En este sentido, la igualación progresiva de los permisos de paternidad con los de maternidad, recientemente aprobada por el gobierno socialista, va en la línea de facilitar ese derecho de los menores, al mismo tiempo que iguala los "costes" que tienen hasta ahora los permisos de maternidad para los empresarios y contribuye a la igualdad de oportunidades en la oferta de empleo.
El siglo XXI tiene que ser el siglo de la igualdad de la mujer y en ese sentido, entre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) proclamados en la agenda 2030 de Naciones Unidas, figura en lugar preferente, junto con la lucha contra el hambre, la pobreza o el cambio climático.
Indicar por último, que la lucha por la igualdad de género ha trascendido ya hace tiempo de los foros feministas más militantes y tiene un carácter transversal reconocido por el conjunto de la sociedad pero ese carácter no le quita ni un gramo de su valor político. La política progresista ha influido de forma decisiva en el avance del feminismo y la derecha y la iglesia, que siempre han sido un lastre para su desarrollo, empiezan ahora a sumarse al carro introduciendo matices como feminismo liberal, que tienden a descafeinar al movimiento.
Que la derecha empiece a reivindicar el movimiento es un triunfo histórico, pero no hay que permitir que lo desnaturalicen, lo integren y lo conviertan en otra cosa.