En 1977 tuve ocasión de visitar Londres, coincidiendo con la conmemoración del Jubileo (25 años de reinado) de la reina Isabel II.
Con motivo de esta celebración, Londres estaba lleno de souvenirs turísticos, entre los que me sorprendió la profusión de prendas de ropa interior, masculina y femenina, con los colores de la bandera y los retratos de la familia real. Para un español que venía de un país en el que todavía gobernaba el dictador, aquel uso abusivo de la bandera era inconcebible.
Posteriormente, tuvimos la ocasión de disfrutar en España de los tirantes de Fraga con los colores de la bandera nacional. Fue la máxima expresión de manifestación cursi de fervor nacionalista.
Desde la transición democrática, el abuso en la utilización de la bandera nacional ha sido patrimonio de la extrema derecha, mientras la izquierda, se ha limitado a aceptarla como símbolo del Estado sin profesarla mayor afecto. Le guste o no a Pedro Sanchez, nuestro afecto está con la bandera tricolor que representa una época de libertad y avances sociales que los socialistas reconocemos como propios.
Hay ocasiones en que la utilización específica de la bandera en un momento, concreto tiene sentido. Ese fue el caso de Santiago Carrillo, cuando, todavía en la clandestinidad, convocó un acto semipúblico de presentación en el que sorprendió la presencia de la bandera nacional. En el contexto preconstitucional, aquella acción tenía un sentido político de distensión y concordia que tuvo un valor muy importante.
¿Que sentido tiene ahora la presencia de una enorme bandera nacional presidiendo el acto de proclamación de Pedro Sanchez como candidato?
En el contexto político actual, no parece tener ningún sentido, el PSOE no necesita demostrar su lealtad constitucional, que está suficientemente probada y la posición socialista en relación con la estructura del Estado sigue siendo el federalismo y esa posición, tampoco necesita de banderas.
En excesivas ocasiones, se ha utilizado la bandera española como arma arrojadiza. Los socialistas no debemos asumir el riesgo de contribuir a esas batallas, hay que dejar la bandera donde está, presidiendo edificios y actos oficiales.
Prefiero pensar que la puesta en escena del acto de proclamación de Pedro Sanchez haya sido un exceso de un responsable de marketing, y no una estrategia política. Avala esta idea, la utilización de otros elementos, también chocantes, ajenos a las costumbres socialistas: la presencia en el escenario de la mujer de Pedro.
Los conyuges de los candidatos nunca han tenido papel protagonista en los actos políticos socialistas y estría muy bien que siguiera así ¿Cuantos saben, por ejemplo, quien es el marido de Susana Diaz? Seguramente muy pocos y tampoco tiene ningún interés político, los conyuges forman parte de la vida personal de los dirigentes políticos y su presencia pública debe ser tan solo tangencial, cuando lo exija el protocolo.
Lamentablemente, el marketing está adquiriendo mucho protagonismo en las campañas políticas frente a los contenidos, que tendrían que ser el elemento esencial. A veces se intenta vender a un candidato como si fuera una marca de perfume, por el envase. Si además de excesivo, el marketing es inadecuado podemos darnos un estupendo batacazo.
Espero que se revise la estrategia de campaña y se evite el intento de trasplantar al PSOE estrategias a la americana, con banderas gigantes y cónyuges en el escenario, solo faltaban las majorettes y los globos de colores. En estas condiciones, el contenido del discurso ha pasado sin pena ni gloria, mientras toda la atención estaba puesta en la escenografía.
Hay ocasiones en que la utilización específica de la bandera en un momento, concreto tiene sentido. Ese fue el caso de Santiago Carrillo, cuando, todavía en la clandestinidad, convocó un acto semipúblico de presentación en el que sorprendió la presencia de la bandera nacional. En el contexto preconstitucional, aquella acción tenía un sentido político de distensión y concordia que tuvo un valor muy importante.
¿Que sentido tiene ahora la presencia de una enorme bandera nacional presidiendo el acto de proclamación de Pedro Sanchez como candidato?
En el contexto político actual, no parece tener ningún sentido, el PSOE no necesita demostrar su lealtad constitucional, que está suficientemente probada y la posición socialista en relación con la estructura del Estado sigue siendo el federalismo y esa posición, tampoco necesita de banderas.
En excesivas ocasiones, se ha utilizado la bandera española como arma arrojadiza. Los socialistas no debemos asumir el riesgo de contribuir a esas batallas, hay que dejar la bandera donde está, presidiendo edificios y actos oficiales.
Prefiero pensar que la puesta en escena del acto de proclamación de Pedro Sanchez haya sido un exceso de un responsable de marketing, y no una estrategia política. Avala esta idea, la utilización de otros elementos, también chocantes, ajenos a las costumbres socialistas: la presencia en el escenario de la mujer de Pedro.
Los conyuges de los candidatos nunca han tenido papel protagonista en los actos políticos socialistas y estría muy bien que siguiera así ¿Cuantos saben, por ejemplo, quien es el marido de Susana Diaz? Seguramente muy pocos y tampoco tiene ningún interés político, los conyuges forman parte de la vida personal de los dirigentes políticos y su presencia pública debe ser tan solo tangencial, cuando lo exija el protocolo.
Lamentablemente, el marketing está adquiriendo mucho protagonismo en las campañas políticas frente a los contenidos, que tendrían que ser el elemento esencial. A veces se intenta vender a un candidato como si fuera una marca de perfume, por el envase. Si además de excesivo, el marketing es inadecuado podemos darnos un estupendo batacazo.
Espero que se revise la estrategia de campaña y se evite el intento de trasplantar al PSOE estrategias a la americana, con banderas gigantes y cónyuges en el escenario, solo faltaban las majorettes y los globos de colores. En estas condiciones, el contenido del discurso ha pasado sin pena ni gloria, mientras toda la atención estaba puesta en la escenografía.