El diccionario de la RAE define emérito como:
Una persona, especialmente un profesor, que se ha jubilado y mantiene sus honores y alguna de sus funciones.
En los últimos tiempos se han unido a la nómina de eméritos, dirigentes que no provienen del mundo académico sino de la cúpula del poder:
- Nuestro Rey emérito J. Carlos I
- El Papa emérito Benedicto XVI
Parece que esta nómina va a incrementarse próximamente con:
- Puigdemont I, presidente emérito de la República virtual de Cataluña.
Estos personajes eméritos no tienen autoridad propia, realizan algunas funciones por encargo de los titulares actuales del cargo.
El próximo emérito catalán se está resistiendo a representar ese papel secundario y lleva semanas, amparándose en un grupo de diputados, tan fundamentalistas como él, intentando ser el nuevo president de la generalitat por encima de las leyes y obviando todas las actuaciones que ha realizado en su gestión del gobierno anterior y que le han llevado a marcharse a un exilio voluntario, para evitar la prisión preventiva por causas penales, en la que ya están algunos de sus antiguos compañeros de gobierno.
Los pasos hacia su inevitable condición de emérito los va dando de forma muy pausada. Después de resistirse a dejar de ser el candidato a president, ha propuesto como tal a uno de los encarcelados que, previsiblemente tampoco podrá ser nombrado. A lo mejor en el paso siguiente se propone a un diputado libre de imputaciones y puede constituirse un gobierno catalán en condiciones.
Esta táctica oportunista de Puigdemont no parece tener otro objetivo que desprestigiar al gobierno español y a nuestros tribunales en un intento de ganar más apoyos en la sociedad catalana. Los indicadores demoscópicos indican un efecto contrario pues las consecuencias políticas y económicas de mantener Cataluña sin gobierno efectivo empieza a pasar factura al independentismo que parece estar haciendo un esfuerzo titánico aguantando las ocurrencias de Puigdemont con objeto de no fracturar la cada vez más precaria unidad de los partidos independentistas.
Los restantes partidos con representación en Cataluña, PSC, Cs, PP y los Comunes, han empezado al menos a moverse, saliendo de una pasividad perniciosa que dejaba todo el protagonismo a las ocurrencias de Puigdemont y a las maniobras legaloides de la mesa del parlament orientadas solo a ganar tiempo.
Esperemos que el procés llegue pronto a su fin, que Cataluña se normalice y que el nuevo emérito se limite a ser un símbolo que se limite a incordiar durante el tiempo que pueda hacerlo, que probablemente no sea demasiado largo.