El pasado 13 de Septiembre, con 65 años bien cumplidos, pase al estado de jubilación como consecuencia de un ERE organizativo, que mi empresa decidió hacer en cumplimiento de unas disposiciones, de carácter más bien cosmético, del gobierno popular que afectaban al sector público empresarial.
Como parte de tan fundamentalista disposición se decidió que mi empresa Isdefe, se fusionase con otra empresa pública, INSA, con lo que podrían ahorrarse más o menos cuatro perras, aun a costa de la pérdida de 38 puestos de trabajo que han producido situaciones muy graves a muchos compañeros afectados, y de complicar la gestión de la nueva entidad resultante, pues dos empresas con trayectorias y culturas empresariales diferentes tardan mucho en convertirse en una unidad operativa eficiente.
Como parte de tan fundamentalista disposición se decidió que mi empresa Isdefe, se fusionase con otra empresa pública, INSA, con lo que podrían ahorrarse más o menos cuatro perras, aun a costa de la pérdida de 38 puestos de trabajo que han producido situaciones muy graves a muchos compañeros afectados, y de complicar la gestión de la nueva entidad resultante, pues dos empresas con trayectorias y culturas empresariales diferentes tardan mucho en convertirse en una unidad operativa eficiente.
El ERE era totalmente innecesario pues ambas empresas tenían beneficios, su ejecución se hizo casi de la peor forma posible y desde luego había otras soluciones mucho menos traumáticas.
Aunque la jubilación oficial fue en Septiembre con algunos meses de retraso, ya que no me jubilé cuando cumplí los 65 por las razones que expuse en su momento, la jubilación efectiva no ha llegado hasta que mis amigos de toda la vida han decidido darme entrada en su club de jubilados jubilosos y activos, por lo que en estos meses considero que he disfrutado de una simple prolongación de unas vacaciones.
Dado mi retraso en celebrar el acontecimiento, mis amigos me obsequiaron con una fiesta sorpresa en la que glosaron mi vida y milagros en dos versiones, una periodística y otra en forma de "romance de ciegos", uno de cuyos ripios está en la cabecera de estas líneas. En la elaboración de estas crónicas participaron amigos, hijos, hijos de amigos, parientes y hasta los nietos pusieron algún dibujo.
Además de las crónicas, me regalaron, entre otras cosas, un estupendo fin de semana en la Posada de San José de Cuenca, maravilloso lugar que se asoma sobre la hoz del Huecar.
Formo parte de una generación que ha tenido una vida laboral estable y ha llegado a la jubilación con una pensión relativamente alta. Si a eso se le une una familia excelente con cuatro nietos maravillosos y un estado de salud razonable aun con alguna gotera.¿Que más puedo pedir?. Solo una cosa que esta situación no sea un privilegio para unos pocos que hemos tenido la suerte de nacer en la época adecuada y se generalice para las siguientes generaciones lo que, a la vista del paro y los recortes actuales, no parece un deseo fácil de cumplir.
En estas circunstancias, insisto que privilegiadas, la jubilación no es más que un cambio de circunstancias, como tantos otros que acontecen a lo largo de una vida. Del mismo modo que ocurre cuando terminas la etapa educativa, cuando dejas la casa de tus padres porque formas una nueva familia, cambias de trabajo, o te licencias del servicio militar, cambias los lugares, las compañías diarias y las costumbres habituales y las sustituyes por otras.
En estos tiempos los jubilados tenemos muchas actividades en las que participar y contribuir además de, echar una mano los nietos, disfrutar del tiempo libre y poder desarrollar aficiones que estaban más o menos dormidas.
Las últimas generaciones de abuelos no son unas generaciones pasivas que se limitan al banco, del parque, y la bolsa, del pan, tienen por un lado, un estado de salud mucho mejor que los de generaciones anteriores que les permiten tener una vida activa y por otro la situación económica que vive España, les ha dado otras funciones como ser en muchos casos el sustento principal de familias enteras, victimas del paro y participar activamente como voluntarios en movimientos sociales como los bancos de alimentos.
Por otro lado han vuelto en muchos casos a la primera línea de la lucha social en temas que les afectan directamente, como la privatización de la sanidad, el mantenimiento de las pensiones o la Ley de dependencia y en otros, como la educación o el paro, que afectan a toda la sociedad.
Ya no puede considerarse que los jubilados seamos una clase pasiva, pues además de todo los dicho, la democracia que hemos contribuido a construir, nos ha dado el derecho al voto, y eso tienen que tenerlo muy en cuenta todos los gobiernos.
Dado mi retraso en celebrar el acontecimiento, mis amigos me obsequiaron con una fiesta sorpresa en la que glosaron mi vida y milagros en dos versiones, una periodística y otra en forma de "romance de ciegos", uno de cuyos ripios está en la cabecera de estas líneas. En la elaboración de estas crónicas participaron amigos, hijos, hijos de amigos, parientes y hasta los nietos pusieron algún dibujo.
Además de las crónicas, me regalaron, entre otras cosas, un estupendo fin de semana en la Posada de San José de Cuenca, maravilloso lugar que se asoma sobre la hoz del Huecar.
Formo parte de una generación que ha tenido una vida laboral estable y ha llegado a la jubilación con una pensión relativamente alta. Si a eso se le une una familia excelente con cuatro nietos maravillosos y un estado de salud razonable aun con alguna gotera.¿Que más puedo pedir?. Solo una cosa que esta situación no sea un privilegio para unos pocos que hemos tenido la suerte de nacer en la época adecuada y se generalice para las siguientes generaciones lo que, a la vista del paro y los recortes actuales, no parece un deseo fácil de cumplir.
En estas circunstancias, insisto que privilegiadas, la jubilación no es más que un cambio de circunstancias, como tantos otros que acontecen a lo largo de una vida. Del mismo modo que ocurre cuando terminas la etapa educativa, cuando dejas la casa de tus padres porque formas una nueva familia, cambias de trabajo, o te licencias del servicio militar, cambias los lugares, las compañías diarias y las costumbres habituales y las sustituyes por otras.
En estos tiempos los jubilados tenemos muchas actividades en las que participar y contribuir además de, echar una mano los nietos, disfrutar del tiempo libre y poder desarrollar aficiones que estaban más o menos dormidas.
Las últimas generaciones de abuelos no son unas generaciones pasivas que se limitan al banco, del parque, y la bolsa, del pan, tienen por un lado, un estado de salud mucho mejor que los de generaciones anteriores que les permiten tener una vida activa y por otro la situación económica que vive España, les ha dado otras funciones como ser en muchos casos el sustento principal de familias enteras, victimas del paro y participar activamente como voluntarios en movimientos sociales como los bancos de alimentos.
Por otro lado han vuelto en muchos casos a la primera línea de la lucha social en temas que les afectan directamente, como la privatización de la sanidad, el mantenimiento de las pensiones o la Ley de dependencia y en otros, como la educación o el paro, que afectan a toda la sociedad.
Ya no puede considerarse que los jubilados seamos una clase pasiva, pues además de todo los dicho, la democracia que hemos contribuido a construir, nos ha dado el derecho al voto, y eso tienen que tenerlo muy en cuenta todos los gobiernos.
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