La crisis, afortunadamente no consumada, de la posible pérdida de un contrato, en fase de tramitación de 5 corbetas, con Arabia Saudí ha puesto sobre la mesa las contradicciones que tiene para un país como España tener una fuerte capacidad industrial en el sector de la defensa.
En primer lugar, disponer de un soporte industrial lo más fuerte posible, forma parte importante de los planes estratégicos de la defensa de cualquier pais de las dimensiones del nuestro.
Dadas las complejidades de los sistemas de armas actuales, este soporte industrial no puede ser total, tienen que complementarse con las capacidades de otros países aliados.
Cuando un país dispone de una capacidad industrial grande en el sector defensa, tiene forzosamente que comercializar sus productos con las limitaciones intrínsecas a este sector que básicamente son dos:
- No vender a países con los que podamos tener un conflicto, países potencialmente enemigos.
- No vender a países autoritarios, no democráticos o que estén implicados en conflictos en los que no se respetan los derechos humanos.
El cumplimiento del segundo punto no es sencillo debido por un lado, a los largos periodos de gestación de muchos contratos de defensa que hace que desde que se firma el contrato hasta que se entrega el pedido puedan pasar muchos años y las condiciones ser distintas, y por otro a los distintos criterios de los distintos gobiernos de nuestro país y a la obligación formal de respetar contratos de gobiernos anteriores.
En el caso de las 500 bombas de precisión, la ministra de defensa no debería haber dicho nada. Tal vez Alemania o Canadá puedan permitirse el lujo de arriesgar contratos pero un país mediano como el nuestro no puede poner en riesgo la actividad industrial de una región como la bahía de Cádiz.
Arabia Saudi está implicada en una guerra de religión, Chiitas contra Sunies y de liderazgo regional, Arabia contra Iran, que tiene características muy duras. Aunque unas cuantas bombas no van a ser determinantes y las bombas de precisión láser no producen efectos secundarios salvo que se definan mal los objetivos, hubiera sido mas limpio no tener que haberlas entregado y, si como parece, no había más remedio, haberlo hecho de la forma mas discreta posible.
España es el 7º país exportador de armas del mundo aunque muy alejado de las cifras de los primeros países. Según los datos de la Secretaría de Estado de Comercio, Arabia Saudi es uno de nuestros principales clientes del que somos el tercer proveedor.
Debido a los largos plazos de tramitación y fabricación que existen en el comercio militar, hay que distinguir dos fases, la de autorización y la de ejecución.
Las cifras de los últimos años (en millones de euros) son:
En la tabla es significativo el gran incremento de las exportaciones en los años del comienzo de la guerra del Yemen (2015), que corresponde a la gestión del gobierno del PP encabezado por M. Rajoy.
En estos años parece que han predominado los intereses comerciales sobre las políticas de no apoyar a países que están involucrados en una guerra tan cruel como la de Yemen.
En ese sentido las 400 bombas (9,2 M€) pueden considerarse como la punta del iceberg de una situación que debería rectificarse.
El nuevo gobierno socialista tiene la difícil tarea de equilibrar nuestra vocación de contribuir mas a la paz, restringiendo el envío de material militar a países en conflicto, con nuestros intereses industriales y comerciales.
La industria militar, y en particular la industria naval, tiene una larga tradición histórica en España que parte del siglo XVI con la aparición del galeón, un buque de mayor porte y mucho mejor armado que la galera, que fue clave del dominio español en el Mediterráneo. En aquel tiempo la industria naval llegó a alcanzar dimensiones industriales realmente notables, siendo sus principales centros Barcelona, Malaga, Sicilia y Napoles.
En época de Carlos III, siglo XVIII, se creo la red de arsenales navales y fábricas de armamento que, sin variaciones sustanciales, han llegado hasta nuestros días, a finales de este siglo XVIII, las construcciones navales se trasladaron a los arsenales en San Fernando, Ferrol y Cartagena, donde se mantienen actualmente.
Sorprende por tanto la ignorancia de algún dirigente político, en este caso el S.G. de Podemos Pablo Echenique, que, sin despeinarse, deja caer la simpleza de que para evitar conflictos éticos, hay que desmantelar el astillero de S. Fernando y convertirlo en una industria de otras características.
Debido a los largos plazos de tramitación y fabricación que existen en el comercio militar, hay que distinguir dos fases, la de autorización y la de ejecución.
Las cifras de los últimos años (en millones de euros) son:
Año | Autorizado | Ejecutado |
2011 | 30,2 | 14 |
2012 | 48,6 | 21,3 |
2013 | 33,2 | 406 |
2014 | 69 | 292,8 |
2015 | 584 | 546 |
2016 | 154,9 | 192,5 |
2017 | 197 | 270,2 |
En la tabla es significativo el gran incremento de las exportaciones en los años del comienzo de la guerra del Yemen (2015), que corresponde a la gestión del gobierno del PP encabezado por M. Rajoy.
En estos años parece que han predominado los intereses comerciales sobre las políticas de no apoyar a países que están involucrados en una guerra tan cruel como la de Yemen.
En ese sentido las 400 bombas (9,2 M€) pueden considerarse como la punta del iceberg de una situación que debería rectificarse.
El nuevo gobierno socialista tiene la difícil tarea de equilibrar nuestra vocación de contribuir mas a la paz, restringiendo el envío de material militar a países en conflicto, con nuestros intereses industriales y comerciales.
La industria militar, y en particular la industria naval, tiene una larga tradición histórica en España que parte del siglo XVI con la aparición del galeón, un buque de mayor porte y mucho mejor armado que la galera, que fue clave del dominio español en el Mediterráneo. En aquel tiempo la industria naval llegó a alcanzar dimensiones industriales realmente notables, siendo sus principales centros Barcelona, Malaga, Sicilia y Napoles.
En época de Carlos III, siglo XVIII, se creo la red de arsenales navales y fábricas de armamento que, sin variaciones sustanciales, han llegado hasta nuestros días, a finales de este siglo XVIII, las construcciones navales se trasladaron a los arsenales en San Fernando, Ferrol y Cartagena, donde se mantienen actualmente.
Sorprende por tanto la ignorancia de algún dirigente político, en este caso el S.G. de Podemos Pablo Echenique, que, sin despeinarse, deja caer la simpleza de que para evitar conflictos éticos, hay que desmantelar el astillero de S. Fernando y convertirlo en una industria de otras características.