La 2ª marcha por la dignidad, celebrada en Madrid el pasado 21 de marzo con ciudadanos procedentes de todos los rincones de España, parecía más una imagen del pasado, de principios del siglo XX, que del siglo XXI.
Esta apreciación tiene un carácter meramente descriptivo, sin ninguna connotación negativa y reconociendo sin ambages que la marcha ha tenido un éxito notable, aunque su repercusión posterior haya sido mínima. Es una de esas noticias que un día ocupan todos los medios de comunicación y al día siguiente desaparecen sin dejar rastro.
El carácter "retro" de la marcha viene dado por la iconografía y los carteles utilizados, por los lemas básicos: Pan, Trabajo, Techo y Dignidad, más propios de los primeros años del siglo XX y por el tipo de movilización, una marcha a pie como eje de la protesta, aunque como es lógico, muchos otros se incorporaron en autobús y otros medios de transporte y Madrid aportó muchos manifestantes.
Otro elemento que le da un carácter "vintage" es la estrategia de cambio proclamada: una huelga general para el otoño de 2015, coincidiendo, seguramente no por casualidad, con la convocatoria de elecciones generales. El hecho de que la convocatoria de esta supuesta huelga no este avalada por los sindicatos mayoritarios es un indice más del voluntarismo que está implícito en esta movilización.
Las 300 organizaciones convocantes de la marcha incluyen sindicatos minoritarios, asambleas 15M, mareas, colectivos de parados, plataformas ciudadanas específicas como la PAH o la PAHC y otros colectivos, todos ellos con un cierto carácter antisistema. También tienen el apoyo de algunos partidos como Podemos, IU o EQUO, siempre proclives a combinar actuaciones institucionales con convocatorias de estas características, y del Foro Cívico de J. Anguita.
Lamentablemente, aunque los métodos y procedimientos sean más propios de otra época, las reivindicaciones básicas de la convocatoria tienen una insultante vigencia, como revelan los datos de parados sin cobertura, desahucios de primeras viviendas, algunas de ellas públicas y de carácter social, pobreza energética, y hambre de muchas familias que sobreviven gracias a sus familiares y a la solidaridad ciudadana de los bancos de alimentos, así como, a nivel macro, la evolución de la distribución de la renta nacional entre capital y trabajo que cada vez favorece más al capital. En España, se produce menos por la crisis y, además, se reparte peor.
En 2015, España forma parte la Unión Europea, somos supuestamente un país desarrollado y tenemos potentes sindicatos de clase y partidos políticos de izquierdas con representación institucional, que debieran de ser suficientes para que las reivindicaciones básicas que plantea la marcha del 21M no afectasen a una parte tan significativa de la población española como lo está haciendo.
Es el momento de reivindicar la política para salir del enorme agujero de pobreza en que nos ha metido el gobierno del PP, escudándose en los principios de la troika europea que no ha estado a la altura de las circunstancias y ha olvidado una vez más los principios de solidaridad que inspiraron la Unión Europea.
Aunque la actuación del PSOE en los primeros años de la crisis también tuvo muchos errores, en este momento se ha empezado a rectificar y vuelve a ser una herramienta fundamental para la recuperación de los derechos y la dignidad de los ciudadanos.
Sería deseable, respetando el derecho de los convocantes a reivindicar lo que quieran y de la manera que estimen oportuna, que en 2016 una convocatoria como la del 21M tuviera un eco menor porque los problemas planteados en ellas se estaban abordando y resolviendo sin necesidad de ese tipo de manifestaciones.
Esta apreciación tiene un carácter meramente descriptivo, sin ninguna connotación negativa y reconociendo sin ambages que la marcha ha tenido un éxito notable, aunque su repercusión posterior haya sido mínima. Es una de esas noticias que un día ocupan todos los medios de comunicación y al día siguiente desaparecen sin dejar rastro.
El carácter "retro" de la marcha viene dado por la iconografía y los carteles utilizados, por los lemas básicos: Pan, Trabajo, Techo y Dignidad, más propios de los primeros años del siglo XX y por el tipo de movilización, una marcha a pie como eje de la protesta, aunque como es lógico, muchos otros se incorporaron en autobús y otros medios de transporte y Madrid aportó muchos manifestantes.
Otro elemento que le da un carácter "vintage" es la estrategia de cambio proclamada: una huelga general para el otoño de 2015, coincidiendo, seguramente no por casualidad, con la convocatoria de elecciones generales. El hecho de que la convocatoria de esta supuesta huelga no este avalada por los sindicatos mayoritarios es un indice más del voluntarismo que está implícito en esta movilización.
Las 300 organizaciones convocantes de la marcha incluyen sindicatos minoritarios, asambleas 15M, mareas, colectivos de parados, plataformas ciudadanas específicas como la PAH o la PAHC y otros colectivos, todos ellos con un cierto carácter antisistema. También tienen el apoyo de algunos partidos como Podemos, IU o EQUO, siempre proclives a combinar actuaciones institucionales con convocatorias de estas características, y del Foro Cívico de J. Anguita.
Lamentablemente, aunque los métodos y procedimientos sean más propios de otra época, las reivindicaciones básicas de la convocatoria tienen una insultante vigencia, como revelan los datos de parados sin cobertura, desahucios de primeras viviendas, algunas de ellas públicas y de carácter social, pobreza energética, y hambre de muchas familias que sobreviven gracias a sus familiares y a la solidaridad ciudadana de los bancos de alimentos, así como, a nivel macro, la evolución de la distribución de la renta nacional entre capital y trabajo que cada vez favorece más al capital. En España, se produce menos por la crisis y, además, se reparte peor.
En 2015, España forma parte la Unión Europea, somos supuestamente un país desarrollado y tenemos potentes sindicatos de clase y partidos políticos de izquierdas con representación institucional, que debieran de ser suficientes para que las reivindicaciones básicas que plantea la marcha del 21M no afectasen a una parte tan significativa de la población española como lo está haciendo.
Es el momento de reivindicar la política para salir del enorme agujero de pobreza en que nos ha metido el gobierno del PP, escudándose en los principios de la troika europea que no ha estado a la altura de las circunstancias y ha olvidado una vez más los principios de solidaridad que inspiraron la Unión Europea.
Aunque la actuación del PSOE en los primeros años de la crisis también tuvo muchos errores, en este momento se ha empezado a rectificar y vuelve a ser una herramienta fundamental para la recuperación de los derechos y la dignidad de los ciudadanos.
Sería deseable, respetando el derecho de los convocantes a reivindicar lo que quieran y de la manera que estimen oportuna, que en 2016 una convocatoria como la del 21M tuviera un eco menor porque los problemas planteados en ellas se estaban abordando y resolviendo sin necesidad de ese tipo de manifestaciones.
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