Hoy, después de más de diez años de
instrucción, empieza el juicio contra el gran cacique de Castellón, Carlos
Fabra, eterno presidente de su diputación, gran hacedor de favores de todo
tipo, y asiduo acertante de la lotería con fines de blanqueo, además de
impulsor de un aeropuerto, que todavía no ha tenido un solo vuelo.
Para instruir el sumario han hecho falta
nueve jueces y cuatro fiscales, pues este personaje ha hecho siempre todo lo
posible para promover cambios en el juzgado de Nules que retrasaran su procesamiento.
Fabra es uno de los muchos caciques de la
Comunidad Valenciana que es, junto con Madrid, uno de los centros más emblemáticos
de los chanchullos del Partido Popular.
El
procesamiento de Fabra, que hay que esperar acabe en condena, sigue al anterior
de Camps, por el caso de los trajes, aunque para el antiguo presidente del
gobierno valenciano no será el último. Todavía puede ser procesado y condenado
por alguno de los asuntos que tiene pendientes.
En la misma fecha que
empieza el juicio de Fabra, se produce la caída del gran cacique de la política
europea: Silvio Berlusconi.
Berlusconi ha sido
condenado a cuatro años de carcel por el fraude fiscal de Mediaset (Telecinco)
uno de los múltiples procesos que tiene abiertos el político italiano. Por
peculiaridades de la justicia italiana, ampliamente manipulada por este
personaje durante muchos años, esta condena no lleva necesariamente asociada la
de inhabilitación de cargo público, aunque existe la posibilidad de que el
Senado pueda expulsarle de su escaño y quitarle de una vez la inmunidad
parlamentaria.
Al lado de Berlusconi,
Carlos Fabra es un principiante. El dirigente de la derecha italiana tiene
abiertos procesos por casi todo, desde corrupción de menores e incitación a la
prostitución, hasta delitos económicos de todo tipo, y ha hecho toda clase de
maniobras políticas para librarse de la condena.
La última operación ha
sido poner en riesgo el precario gobierno italiano, fruto de un sistema
electoral imposible, que el mismo impulsó para perpetuar su poder, que
dificulta enormemente la solución lógica que serían las elecciones anticipadas.
La moción de confianza,
presentada por el Primer Ministro italiano Enrico Letta, ha triunfado
finalmente y ha contado hasta con los votos del Cavallieri que ha tenido que
dar marcha atrás en su boicot, ante las deserciones que había en su propio
grupo.
Lamentablemente el M5S,
versión italiana del 15M, se ha vuelto a estrellar votando en contra de la
moción de confianza, como si la cosa no fuera con ellos.