La Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ), ha
sido galardonada con el premio Nobel de la paz del año 2013.
La OPAQ se fundó en 1997 para poner en marcha los objetivos aprobados por la Convención internacional sobre armas químicas, que son los siguientes:
Prohibición del desarrollo, producción, adquisición, almacenamiento, retención, uso y transferencia de armas químicas.
Hasta ahora han ratificado la Convención 189 estados, siete de ellos, entre los que se cuentan EE.UU. y Rusia, han admitido que tienen todavía inventarios de armas químicas. Siria, que se ha comprometido a firmar la convención, es uno de los cinco países que todavía no la ha ratificado.
En sus 16 años de existencia, la OPAQ, que cuenta con una plantilla de 500 personas, ha llevado a cabo una labor muy eficiente.
Según sus propios datos, La OPAQ ha inventariado y verificado la totalidad de las armas químicas declaradas.
Para ello:
A la vista de estos datos, y ante la perspectiva inmediata de proceder al desmantelamiento de las armas químicas sirias, decidido por el Consejo de Seguridad de NN.UU., no se puede decir en rigor, que el premio Nobel no este justificado.
El Nobel de este año responde a uno de los criterios habitualmente utilizados por el Comité Nobel Noruego para otorgar sus distinciones:
Una organización internacional que trabaja en favor de la paz mundial.
Este criterio fue también seguido el pasado año al conceder el Nobel a la Unión Europea que, por encima de otras consideraciones, ha conseguido mantener a los países de la Unión sin guerras desde el año 1945, casi 70 años, cuando en la primera mitad del siglo XX esta parte del globo fue el escenario de dos largas y sangrientas guerras.
En otras ocasiones, el Nobel se concedió a una, o varias personalidades internacionales que han tenido un comportamiento relevante en defensa de la paz, la justicia o los derechos humanos, tal fue el caso del Nobel de 2011 concedido a las mujeres liberianas Leymah Roberta Gbowee y Ellen Johnson Sirleaf y a la yemení Tawakkul Karman:
"Por su batalla no violenta a favor de la seguridad de las mujeres y de su pleno derecho en la plena participación de la obra de construcción de la paz".
Entre los precandidatos de este año estaba la adolescente paquistaní Malala Yousafzai, que fue agredida y casi muerta por los talibanes por defender su derecho a ir a la escuela.
Si sobre la elección de los restantes premios nobeles de Física, Química, Medicina, Economía e incluso Literatura, el debate queda circunscrito a un reducido grupo de personas conocedoras de esos ambientes, sobre el premio nobel de la paz, todos tenemos criterio y por tanto opinión y las preferencias suelen estar más orientadas hacia estas personalidades relevantes, que nos son mucho más cercanas, que hacia las organizaciones internacionales y mucho más que a los candidatos de perfil político cuya nominación suele ser más polémica.
Sin perjuicio de los indudables méritos de Malala, quiero romper una lanza en favor de estas organizaciones internacionales que desarrollan una labor fundamental y demuestran que la Comunidad Internacional, y por tanto todos los ciudadanos, es capaz de fundar y mantener organizaciones que contribuyen de forma eficiente a que el mundo sea cada día un poco mejor. Este reconocimiento, en unos momentos en que el negativismo social alcanza unos límites considerables, tiene mucha importancia.
La OPAQ se fundó en 1997 para poner en marcha los objetivos aprobados por la Convención internacional sobre armas químicas, que son los siguientes:
Prohibición del desarrollo, producción, adquisición, almacenamiento, retención, uso y transferencia de armas químicas.
Hasta ahora han ratificado la Convención 189 estados, siete de ellos, entre los que se cuentan EE.UU. y Rusia, han admitido que tienen todavía inventarios de armas químicas. Siria, que se ha comprometido a firmar la convención, es uno de los cinco países que todavía no la ha ratificado.
En sus 16 años de existencia, la OPAQ, que cuenta con una plantilla de 500 personas, ha llevado a cabo una labor muy eficiente.
Según sus propios datos, La OPAQ ha inventariado y verificado la totalidad de las armas químicas declaradas.
Para ello:
- Ha llevado a cabo más de 5.000 inspecciones en 86 países.
- Ha verificado la destrucción de 57.740 toneladas métricas, equivalentes a 81,1% del arsenal de armas químicas declarado en el mundo.
- Ha confirmado que Estados Unidos ha destruido el 90% de sus inventarios, Rusia el 70% y Libia el 51%.
- Han sido inhabilitadas las 70 instalaciones de producción de armas químicas declaradas, 43 de ellas han sido completamente destruidas y 21 adaptadas a propósitos pacíficos.
A la vista de estos datos, y ante la perspectiva inmediata de proceder al desmantelamiento de las armas químicas sirias, decidido por el Consejo de Seguridad de NN.UU., no se puede decir en rigor, que el premio Nobel no este justificado.
El Nobel de este año responde a uno de los criterios habitualmente utilizados por el Comité Nobel Noruego para otorgar sus distinciones:
Una organización internacional que trabaja en favor de la paz mundial.
Este criterio fue también seguido el pasado año al conceder el Nobel a la Unión Europea que, por encima de otras consideraciones, ha conseguido mantener a los países de la Unión sin guerras desde el año 1945, casi 70 años, cuando en la primera mitad del siglo XX esta parte del globo fue el escenario de dos largas y sangrientas guerras.
En otras ocasiones, el Nobel se concedió a una, o varias personalidades internacionales que han tenido un comportamiento relevante en defensa de la paz, la justicia o los derechos humanos, tal fue el caso del Nobel de 2011 concedido a las mujeres liberianas Leymah Roberta Gbowee y Ellen Johnson Sirleaf y a la yemení Tawakkul Karman:
"Por su batalla no violenta a favor de la seguridad de las mujeres y de su pleno derecho en la plena participación de la obra de construcción de la paz".
Entre los precandidatos de este año estaba la adolescente paquistaní Malala Yousafzai, que fue agredida y casi muerta por los talibanes por defender su derecho a ir a la escuela.
Si sobre la elección de los restantes premios nobeles de Física, Química, Medicina, Economía e incluso Literatura, el debate queda circunscrito a un reducido grupo de personas conocedoras de esos ambientes, sobre el premio nobel de la paz, todos tenemos criterio y por tanto opinión y las preferencias suelen estar más orientadas hacia estas personalidades relevantes, que nos son mucho más cercanas, que hacia las organizaciones internacionales y mucho más que a los candidatos de perfil político cuya nominación suele ser más polémica.
Sin perjuicio de los indudables méritos de Malala, quiero romper una lanza en favor de estas organizaciones internacionales que desarrollan una labor fundamental y demuestran que la Comunidad Internacional, y por tanto todos los ciudadanos, es capaz de fundar y mantener organizaciones que contribuyen de forma eficiente a que el mundo sea cada día un poco mejor. Este reconocimiento, en unos momentos en que el negativismo social alcanza unos límites considerables, tiene mucha importancia.
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