La convocatoria de las marchas por la dignidad del 22 de Marzo ha tenido un gran éxito de participación, siendo imposible saber datos concretos pues nadie, en otros tiempos lo hacía algún períodico, se ha preocupado de dimensionar la manifestación.
Desde luego los 36.000 manifestantes que dice el gobierno es una cifra ridícula y los 2,5 millones que aportan otras fuentes, es a todas luces muy exagerado.
Además de las 6 columnas que vinieron caminando, que parece que totalizan unas 2.000 personas, llegaron 800 autobuses y 14 trenes, lo que da una estimación de que llegaron de fuera de Madrid unas 12.000 personas más las que vineron por sus propios medios.
En consecuencia, la inmensa mayoría de las decenas o centenares de miles de manifestantes fueron, como en las últimas ocasiones, ciudadanos madrileños.
Estos datos indican que, con independencia de los propósitos de los organizadores de las marchas, la ciudadanía tiene un alto grado de indignación y está dispuesta a apoyar cualquier movimiento de carácter reivindicativo.
La administración de la manifestación corresponde, lógicamente, a sus organizadores y, en ese sentido, creo que han cometido un error estratégico al intentar prolongar la protesta más allá de la marcha del sábado.
Pasar de las decenas, o incluso centenares de miles de manifestantes del sábado, a los pocos cientos de acciones posteriores, como el rodeo de La Bolsa, no conduce más que a disminuir el éxito de la manifestación.
La marcha por la dignidad es un eslabón más, muy importante desde luego, de la cadena de actos reivindicativos que se han producido y se seguirán produciendo en España, que tienen como único final posible el desalojo del P.P del gobierno de la nación, de las CC.AA y de los ayuntamientos. Este objetivo debe conseguirse no solo desde la calle sino también apoyando a la izquierda en los procesos electorales próximos.
Sería una contradicción que las movilizaciones actuales no se complementaran con una alta participación ciudadana en las elecciones europeas y, sobre todo, en las municipales, autonómicas y generales de 2015.
No se puede obviar un comentario sobre la excesiva violencia que desarrollaron algunos grupos provocadores al final de la manifestación, favorecida, también hay que decirlo, por la desorganización de que hizo gala la policía.
La participación de grupos violentos al final de las manifestaciones masivas es, desgraciadamente, inevitable, sin embargo, en esta ocasión, han actuado con un alto grado de organización y violencia que no debería ser apoyado, ni siquiera de forma implícita, por los organizadores de las marchas. La derecha ha tenido de forma gratuita, sólidos argumentos para descalificar el sentido de las protestas.
Aunque es un despropósito que la Delegación del Gobierno quiera multar a los organizadores por estos hechos, no estaría de más que la coordinadora 22M se desmarcara de sus autores. Sin duda hay detenidos que merecen todo el apoyo que se les pueda dar pero, los que golpearon en la cara a un agente caído con un adoquín, o los que protagonizaron otras acciones similares, no merecen ninguna consideración.
Una última reflexión sobre la actuación de la policía. Después de la excesiva violencia de la Guardia Civil en Ceuta con los inmigrantes, las fuerzas de seguridad parecen desconcertadas y no saben que criterio adoptar. En la manifestación del día 22 había, además, observadores de la OSCE y, seguramente esa circunstancia provocó un mayor desconcierto todavía, lo que junto con los errores de bulto, ya señalados, de algunos mandos, hizo que grupos de agentes quedaran en algunos momentos a merced de los provocadores, con grave riesgo de su vida.
Las fuerzas del orden están para proteger los derechos de los ciudadanos, incluidos los de los manifestantes y para ello tienen la opción de utilizar los medios disuasorios de que dispone en la proporción justa. Así lo han entendido los sindicatos policiales que han convocado manifestaciones de protesta en toda España pidiendo el cese de los responsables. Creo que no estaría de más apoyar también estas reivindicaciones pues los policías son también ciudadanos y es muy positivo que también expresen sus protestas como cualquier otro.
Desde luego los 36.000 manifestantes que dice el gobierno es una cifra ridícula y los 2,5 millones que aportan otras fuentes, es a todas luces muy exagerado.
Además de las 6 columnas que vinieron caminando, que parece que totalizan unas 2.000 personas, llegaron 800 autobuses y 14 trenes, lo que da una estimación de que llegaron de fuera de Madrid unas 12.000 personas más las que vineron por sus propios medios.
En consecuencia, la inmensa mayoría de las decenas o centenares de miles de manifestantes fueron, como en las últimas ocasiones, ciudadanos madrileños.
Estos datos indican que, con independencia de los propósitos de los organizadores de las marchas, la ciudadanía tiene un alto grado de indignación y está dispuesta a apoyar cualquier movimiento de carácter reivindicativo.
La administración de la manifestación corresponde, lógicamente, a sus organizadores y, en ese sentido, creo que han cometido un error estratégico al intentar prolongar la protesta más allá de la marcha del sábado.
Pasar de las decenas, o incluso centenares de miles de manifestantes del sábado, a los pocos cientos de acciones posteriores, como el rodeo de La Bolsa, no conduce más que a disminuir el éxito de la manifestación.
La marcha por la dignidad es un eslabón más, muy importante desde luego, de la cadena de actos reivindicativos que se han producido y se seguirán produciendo en España, que tienen como único final posible el desalojo del P.P del gobierno de la nación, de las CC.AA y de los ayuntamientos. Este objetivo debe conseguirse no solo desde la calle sino también apoyando a la izquierda en los procesos electorales próximos.
Sería una contradicción que las movilizaciones actuales no se complementaran con una alta participación ciudadana en las elecciones europeas y, sobre todo, en las municipales, autonómicas y generales de 2015.
No se puede obviar un comentario sobre la excesiva violencia que desarrollaron algunos grupos provocadores al final de la manifestación, favorecida, también hay que decirlo, por la desorganización de que hizo gala la policía.
La participación de grupos violentos al final de las manifestaciones masivas es, desgraciadamente, inevitable, sin embargo, en esta ocasión, han actuado con un alto grado de organización y violencia que no debería ser apoyado, ni siquiera de forma implícita, por los organizadores de las marchas. La derecha ha tenido de forma gratuita, sólidos argumentos para descalificar el sentido de las protestas.
Aunque es un despropósito que la Delegación del Gobierno quiera multar a los organizadores por estos hechos, no estaría de más que la coordinadora 22M se desmarcara de sus autores. Sin duda hay detenidos que merecen todo el apoyo que se les pueda dar pero, los que golpearon en la cara a un agente caído con un adoquín, o los que protagonizaron otras acciones similares, no merecen ninguna consideración.
Una última reflexión sobre la actuación de la policía. Después de la excesiva violencia de la Guardia Civil en Ceuta con los inmigrantes, las fuerzas de seguridad parecen desconcertadas y no saben que criterio adoptar. En la manifestación del día 22 había, además, observadores de la OSCE y, seguramente esa circunstancia provocó un mayor desconcierto todavía, lo que junto con los errores de bulto, ya señalados, de algunos mandos, hizo que grupos de agentes quedaran en algunos momentos a merced de los provocadores, con grave riesgo de su vida.
Las fuerzas del orden están para proteger los derechos de los ciudadanos, incluidos los de los manifestantes y para ello tienen la opción de utilizar los medios disuasorios de que dispone en la proporción justa. Así lo han entendido los sindicatos policiales que han convocado manifestaciones de protesta en toda España pidiendo el cese de los responsables. Creo que no estaría de más apoyar también estas reivindicaciones pues los policías son también ciudadanos y es muy positivo que también expresen sus protestas como cualquier otro.