La ratificación, por segunda vez en poco más de un año, de Jeremy Corbyn como líder del partido laborista británico, es una prueba clara de que cuando aparece un candidato con un planteamiento claramente de izquierdas, una buena parte de la población recupera el entusiasmo y las ganas de plantar cara a la derecha.
J.Corbyn fue elegido líder del laborismo en Septiembre de 2015, sustituyendo a Ed Miliband que había perdido las elecciones generales. Con Miliband el partido laborista ya había empezado a girar a la izquierda desde la tercera via de T. Blair, pero con J. Corbyn, favorecido en su elección por la apertura generalizada del censo electoral, hasta ese momento limitado a parlamentarios, sindicalistas y otros notables, el giro parece ser mucho más profundo.
En menos de un año, el "stablishment" laborista ha intentado sustituirlo por todos los medios, pero no lo ha conseguido. Corbyn ha vencido con más del 60% de los votos de un censo formado por más de 500.000 afiliados.
El liderazgo de Corbyn plantea un nuevo escenario en el que la izquierda y la derecha van a estar claramente diferenciadas frente a una situación anterior en que las diferencias no estaban tan claras.
El triunfo de Corbyn casi coincide en el tiempo con el excelente papel que ha hecho Bernie Sanders en las elecciones primarias del Partido Demócrata norteamericano.
B. Sanders es un viejo socialista norteamericano que ha conseguido revolucionar la campaña democrata, apoyado fuertemente por las bases frente a un aparato demócrata tan volcado en favor de la ex Secretaria de Estado, H. Clinton, que hasta obligó a dimitir a la presidenta del partido.
Finalmente Sanders pudo arrancar algunas concesiones progresistas y dio su apoyo a Hillary, lo que por otro lado es totalmente lógico pues enfrente tienen a un peligroso adversario para ellos y para todo el orbe.
Estos dos ejemplos del mundo anglosajón indican que la izquierda real todavía tiene un papel importante que jugar en el siglo XXI.
En España, Pedro Sanchez está empezando a jugar un papel similar al de Corbyn o Sanders, al enfrentarse con un aparato político muy acomodaticio y excesivamente pragmático, contando con un apoyo cada vez mayor de las bases socialistas.
Ojala sea capaz de resistir los embates de los barones para lo que no vendría mal que los dirigentes podemitas aparcasen su fundamentalismo y exhibieran un poco de pragmatismo, para poder formar un gobierno de progreso.
En menos de un año, el "stablishment" laborista ha intentado sustituirlo por todos los medios, pero no lo ha conseguido. Corbyn ha vencido con más del 60% de los votos de un censo formado por más de 500.000 afiliados.
El liderazgo de Corbyn plantea un nuevo escenario en el que la izquierda y la derecha van a estar claramente diferenciadas frente a una situación anterior en que las diferencias no estaban tan claras.
El triunfo de Corbyn casi coincide en el tiempo con el excelente papel que ha hecho Bernie Sanders en las elecciones primarias del Partido Demócrata norteamericano.
B. Sanders es un viejo socialista norteamericano que ha conseguido revolucionar la campaña democrata, apoyado fuertemente por las bases frente a un aparato demócrata tan volcado en favor de la ex Secretaria de Estado, H. Clinton, que hasta obligó a dimitir a la presidenta del partido.
Finalmente Sanders pudo arrancar algunas concesiones progresistas y dio su apoyo a Hillary, lo que por otro lado es totalmente lógico pues enfrente tienen a un peligroso adversario para ellos y para todo el orbe.
Estos dos ejemplos del mundo anglosajón indican que la izquierda real todavía tiene un papel importante que jugar en el siglo XXI.
En España, Pedro Sanchez está empezando a jugar un papel similar al de Corbyn o Sanders, al enfrentarse con un aparato político muy acomodaticio y excesivamente pragmático, contando con un apoyo cada vez mayor de las bases socialistas.
Ojala sea capaz de resistir los embates de los barones para lo que no vendría mal que los dirigentes podemitas aparcasen su fundamentalismo y exhibieran un poco de pragmatismo, para poder formar un gobierno de progreso.