Este año 2020 la pandemia del COVID 19 tenía que tener especial protagonismo y así ha sido. El Rey ha mostrado su solidaridad y su apoyo a la ciudadanía por las consecuencias de la epidemia y ha transmitido su esperanza de que en el próximo año España recupere su normalidad, tanto desde el punto de vista sanitario como del social.
Hasta ahí el discurso ha sido totalmente correcto en lo fundamental, aunque hay algunos detalles a los que podría haber incidido con mayor énfasis.
Sin embargo hay al menos otros dos temas importantes en los que se esperaba que el monarca entrara: la situación de su padre, el Rey emérito y la carta de los militares retirados pidiendo, casi directamente, que Felipe VI, como comandante supremo de las FF.AA. encabezase un golpe de estado contra el gobierno progresista.
En relación con la situación de J. Carlos I el silencio del Rey, o la sutil mención entre líneas, solo para oídos finos, que parece que casi todo el mundo ha detectado, pone de manifiesto la estrategia diseñada por la Casa Real en este asunto:
- Las comisiones o regalos recibidos antes de la abdicación no pueden ser delictivas pues están amparada por la inviolabilidad, entendida en sentido absoluto, del ex monarca.
- Los fondos recibidos después de 2014 se limitan a una donación de un magnate mexicano que Juan Carlos I ya ha declarado con el recargo y multa correspondientes ya pagados.
- En consecuencia no hay nada más que considerar y solo resta esperar que las investigaciones en curso no encuentren nada mas. Hay que suponer que los abogados del Rey han sido lo suficiente hábiles para que no haya ninguna sorpresa.
Mas grave es la falta de respuesta pública de Felipe VI a la petición de un numeroso grupo de militares retirados que, de forma explicita "comprometen su contribución para revertir la peligrosa deriva en que se ha situado a nuestra Patria".
En su momento no dio respuesta inmediata a la carta y tampoco ha aprovechado la oportunidad del mensaje de navidad para hacerlo con mas calma. Ha perdido una oportunidad de oro para mejorar la maltrecha imagen de la monarquía.