La decisión de Rusia de incrementar su apoyo aéreo al régimen sirio de Bashar al-Asad, junto con el incremento de los bombardeos de la coalición internacional contra el yihadismo en Siria e Iraq, liderada por EE.UU. y Francia, a las posiciones del EI, abren un nuevo capitulo en el conflicto de Siria.
Cuatro años de guerra y la enorme avalancha de refugiados que ha saturado los recursos de los países vecinos, Turquía, Jordania y el Líbano y ha sorprendido a Europa cuya supuesta solidaridad se está poniendo a una dura prueba, han podido influir en este cambio de escenario.
Durante estos cuatro se ha producido un "equilibrio en el punto cero" que ha tenido como consecuencia la NO intervención directa de las grandes potencias y la inhibición del Consejo de Seguridad de NN.UU., dejando por tanto que una guerra civil, librada al menos a cuatro bandas: régimen de Bashar al Asad, apoyado por Rusia; fuerzas de oposición no integristas, apoyadas por los países occidentales; Estado Islámico (EI) y afines y kurdos, siguiera su propia lógica.
La evolución de la guerra civil está demostrando cada vez más que el EI, que sobrepasa en su actuación cualquier limite moral y ético, es el principal enemigo de todos, y obliga necesariamente a que los otros tres actores en conflicto y sus poderosos aliados, concentren el máximo esfuerzo posible en las acciones contra el EI.
Las operaciones aéreas de rusos por un lado y franceses y norteamericanos por otro y el consentimiento ambiguo de las mismas del Consejo de Seguridad de NN.UU. parecen indicar, en una interpretación optimista, la existencia de un acuerdo tácito entre las grandes potencias para aunar esfuerzos contra el EI.
El proceso está plagado de contradicciones, cada país actúa apoyándose en justificaciones distintas, Rusia en una petición del gobierno legitimo de Siria, EE.UU. en una petición equivalente del gobierno Iraqui, Francia en una interpretación sui géneris del concepto de defensa propia, etc. mientras el Consejo de Seguridad no se pronuncia expresamente sobre las intervenciones, ni las condena expresamente, limitándose a pedir respeto y prudencia.
Los riesgos son grandes pues pueden producir lo que, eufemísticamente, se llaman daños colaterales, como acaba de ocurrir en Afganistan con el bombardeo de un hospital de MSF, o provocar alguna colisión entre las grandes potencias o sus aliados den la zona.
Además de evitar daños colaterales, rusos y americanos deberían actuar con lealtad mutua, focalizando sus acciones sobre el EI. Los rusos deben evitar atacar posiciones de rebeldes moderados y kurdos y los norteamericanos no favorecer que el EI ataque posiciones del régimen sirio.
Establecer un proceso de paz en Siria sigue siendo la prioridad pero después de cuatro años de guerra y dada la actitud del EI no parece que haya sido posible hasta ahora. Hay que esperar que no se cometan los mismos errores que en Iraq o Afganistan y las operaciones militares duren solo lo necesario para poder abrir un proceso de negociación política que lleve la estabilidad a la zona.
Cuatro años de guerra y la enorme avalancha de refugiados que ha saturado los recursos de los países vecinos, Turquía, Jordania y el Líbano y ha sorprendido a Europa cuya supuesta solidaridad se está poniendo a una dura prueba, han podido influir en este cambio de escenario.
Durante estos cuatro se ha producido un "equilibrio en el punto cero" que ha tenido como consecuencia la NO intervención directa de las grandes potencias y la inhibición del Consejo de Seguridad de NN.UU., dejando por tanto que una guerra civil, librada al menos a cuatro bandas: régimen de Bashar al Asad, apoyado por Rusia; fuerzas de oposición no integristas, apoyadas por los países occidentales; Estado Islámico (EI) y afines y kurdos, siguiera su propia lógica.
La evolución de la guerra civil está demostrando cada vez más que el EI, que sobrepasa en su actuación cualquier limite moral y ético, es el principal enemigo de todos, y obliga necesariamente a que los otros tres actores en conflicto y sus poderosos aliados, concentren el máximo esfuerzo posible en las acciones contra el EI.
Las operaciones aéreas de rusos por un lado y franceses y norteamericanos por otro y el consentimiento ambiguo de las mismas del Consejo de Seguridad de NN.UU. parecen indicar, en una interpretación optimista, la existencia de un acuerdo tácito entre las grandes potencias para aunar esfuerzos contra el EI.
El proceso está plagado de contradicciones, cada país actúa apoyándose en justificaciones distintas, Rusia en una petición del gobierno legitimo de Siria, EE.UU. en una petición equivalente del gobierno Iraqui, Francia en una interpretación sui géneris del concepto de defensa propia, etc. mientras el Consejo de Seguridad no se pronuncia expresamente sobre las intervenciones, ni las condena expresamente, limitándose a pedir respeto y prudencia.
Los riesgos son grandes pues pueden producir lo que, eufemísticamente, se llaman daños colaterales, como acaba de ocurrir en Afganistan con el bombardeo de un hospital de MSF, o provocar alguna colisión entre las grandes potencias o sus aliados den la zona.
Además de evitar daños colaterales, rusos y americanos deberían actuar con lealtad mutua, focalizando sus acciones sobre el EI. Los rusos deben evitar atacar posiciones de rebeldes moderados y kurdos y los norteamericanos no favorecer que el EI ataque posiciones del régimen sirio.
Establecer un proceso de paz en Siria sigue siendo la prioridad pero después de cuatro años de guerra y dada la actitud del EI no parece que haya sido posible hasta ahora. Hay que esperar que no se cometan los mismos errores que en Iraq o Afganistan y las operaciones militares duren solo lo necesario para poder abrir un proceso de negociación política que lleve la estabilidad a la zona.