Unos años antes, en 1996, la técnica de expulsión, había sido más expeditiva todavía. Siendo ministro del interior el inefable Mayor Oreja, se metieron en un avión 103 emigrantes subsaharianos, se les drogó y se les envió a África sin distinguir nacionalidades, "Teníamos un problema y lo hemos resuelto" declaró el presidente del gobierno, el afortunadamente irrepetible J.M. Aznar.
La propuesta de acuerdo firmada entre la Unión Europea y Turquía parece ser, 20 años después de esta opinión contundente de Aznar, la versión europea de resolver este tipo de problemas. Se trata de un acuerdo ilegal e inmoral, inconcebible hasta hace poco tiempo en la Unión Europea. Los gobiernos europeos más progresistas, el europarlamento, las ONGs y, en última instancia, los ciudadanos europeos, tenemos que hacer todo el esfuerzo posible para erradicarlo y atender a los inmigrantes de una manera digna.
Después del primer pre-acuerdo con Turquía, ha habido alguna rectificación, antes de la firma final, a la que no ha sido ajena la resolución del Parlamento español promovida por el conjunto de la oposición. Con estas modificaciones se han sorteado los aspectos más impresentables de la propuesta, las devoluciones masivas, que se han sustituido por devoluciones individuales, después de un estudio, supuestamente personalizado y teniendo en cuenta los grupos protegidos por la ONU, mujeres, niños, ancianos y minusválidos.
A pesar de estos cambios, sin duda positivos y que permitirán también actuaciones legales que dificulten las expulsiones, el tema fundamental no se modifica y se sigue subcontratando a un país como Turquía, que difícilmente puede considerarse seguro, la acogida de los refugiados, a cambio de dinero y concesiones políticas.
El acuerdo no soluciona, ni siquiera alivia, la situación de las decenas de los miles de refugiados que deambulan en condiciones lamentables por el centro de Europa, aunque parece que las limitaciones son solo para los que lleguen en el futuro.
Los Estados Miembros tienen que empezar a ofrecer asentamiento digno a los todos los refugiados, los que están ya en Europa y los que se queden en Turquía que solo debería ser una solución provisional.
Los ciudadanos europeos que estamos indignados con esta actuación de nuestras autoridades, tenemos que movilizarnos con fuerza y repetir las grandes manifestaciones que tuvieron lugar en 2004 durante la invasión de Iraq, pues, aunque se han hecho muchas actuaciones, sobre todo asistenciales protagonizadas por las ONGs solidarias, es imprescindible que los grandes partidos de izquierdas y los sindicatos tomen posición decidida en este asunto y no se limiten a convocar de un día para otro movilizaciones con las que parece que solo se quiere cumplir el expediente. Europa es mucho más solidaria de lo que se ha demostrado y las grandes organizaciones de izquierdas tienen que canalizar esas fuerzas de forma similar a 2004.
También se ha echado en falta una actuación más firme del parlamento europeo que esta vez no ha estado a la altura de las circunstancias.
A pesar de estos cambios, sin duda positivos y que permitirán también actuaciones legales que dificulten las expulsiones, el tema fundamental no se modifica y se sigue subcontratando a un país como Turquía, que difícilmente puede considerarse seguro, la acogida de los refugiados, a cambio de dinero y concesiones políticas.
El acuerdo no soluciona, ni siquiera alivia, la situación de las decenas de los miles de refugiados que deambulan en condiciones lamentables por el centro de Europa, aunque parece que las limitaciones son solo para los que lleguen en el futuro.
Los Estados Miembros tienen que empezar a ofrecer asentamiento digno a los todos los refugiados, los que están ya en Europa y los que se queden en Turquía que solo debería ser una solución provisional.
Los ciudadanos europeos que estamos indignados con esta actuación de nuestras autoridades, tenemos que movilizarnos con fuerza y repetir las grandes manifestaciones que tuvieron lugar en 2004 durante la invasión de Iraq, pues, aunque se han hecho muchas actuaciones, sobre todo asistenciales protagonizadas por las ONGs solidarias, es imprescindible que los grandes partidos de izquierdas y los sindicatos tomen posición decidida en este asunto y no se limiten a convocar de un día para otro movilizaciones con las que parece que solo se quiere cumplir el expediente. Europa es mucho más solidaria de lo que se ha demostrado y las grandes organizaciones de izquierdas tienen que canalizar esas fuerzas de forma similar a 2004.
También se ha echado en falta una actuación más firme del parlamento europeo que esta vez no ha estado a la altura de las circunstancias.