El TSJ de Castilla y
León acaba de declarar inconstitucionales y nulos algunos artículos de la
Ordenanza Municipal de Protección de la Convivencia Ciudadana y Prevención de
Actuaciones Antisociales, aprobada por el Consistorio vallisoletano.
Los
artículos declarados nulos forman parte de una "ordenanza ómnibus",
en lo que parece ser una tendencia de los alcaldes más lamentables del PP, que
encadenan en un mismo reglamento una serie de normas de distinto calado que
tienen en común la supuesta defensa de la moral y las buenas costumbres desde
el punto de vista de estos pacatos representantes.
El
Ayuntamiento de Madrid, encabezado por una alcaldesa tan pacata como el alcalde
de Valladolid, ha propuesto recientemente otra ordenanza ómnibus de
convivencia, con la misma filosofía aunque incluyendo otros asuntos.
Aunque
el contenido de estas ordenanzas tiene muchos aspectos que comentar, voy a
referirme solamente a uno de ellos, el artículo 15.1, que en los tiempos de crisis
que corren tiene especial trascendencia.
El
artículo 15.1 decía «Quedan prohibidas las
conductas que adopten cualquier forma de mendicidad en las vías y espacios
públicos» e imponía por ello multas de hasta 1.500 € a quien mendigase en
las calles de la ciudad, queda derogado.
Una redacción similar, incluso más amplia, pues entra
en diversas casuísticas de mendicidad, como los "gorrillas", los
ayudantes de supermercado o los limpia-coches, forma parte de la propuesta de
ordenanza madrileña. Otro tema asociado, aunque se reglamenta aparte, es el "casting"
de músicos callejeros.
En un país con seis millones de parados, en el que:
- hay que abrir los comedores escolares en verano
para que muchos niños puedan tomar una comida caliente,
- los bancos de alimentos, los comedores sociales y
muchas otras ONGs están al límite de sus recursos,
- muchas familias sobreviven gracias a las
pensiones de los abuelos jubilados,
- los inmigrantes sin papeles deambulan por
nuestras calles sin poder trabajar y sobreviviendo gracias a los servicios
sociales y a la solidaridad de muchos ciudadanos,
- ......
prohibir
la mendicidad y sus derivaciones para mejorar la estética callejera, es una
forma de esconder la miseria debajo de la alfombra y un insulto a los ciudadanos
de menores recursos.
Una
sociedad que es incapaz de generar empleo y de aplicar medidas de reinserción
social, no puede, además, impedir que se acuda a la solidaridad ciudadana, bien
mediante la mendicidad directa, bien mediante la realización de pequeños
servicios como ayudar con el carro del supermercado o indicar donde aparcar,
como hacen muchos inmigrantes subsaharianos en la puerta de las grandes
superficies comerciales y en las calles de Madrid.
Bienvenida
sea esta sentencia que evita que se penalice el último recurso que les queda al
sector más desfavorecido de la población.