No es fácil exponer una opinión equilibrada sobre la monarquía española en el momento actual en el que su grado de aceptación es muy bajo y está siendo muy atacada por diversos sectores sociales, muchas veces con más visceralidad que razonamiento.
Hace un año, en Abril de 2012, publiqué un artículo en mi primer blog, Jaque al Rey, con ocasión del estallido de la "crisis del elefante". En él afirmaba por un lado la supremacía teórica incuestionable del sistema republicano:
"En pleno siglo XXI sería una obviedad tener que demostrar la superioridad teórica de la República sobre la Monarquía. No hay argumentos que permitan defender el derecho a gobernar de una persona por el mero hecho de pertenecer a una familia privilegiada, aunque el poder de un rey sea muy limitado en las democracias modernas.
Para, a continuación, defender una posición pragmática:
"Sin embargo creo que es posible defender, desde posiciones republicanas, la continuidad de la monarquía actual en España, no desde un punto de vista teórico, sino desde un punto de vista práctico avalado por los 36 años de estabilidad institucional que nos ha proporcionado."
Un año después, no tengo más remedio que hacerme de nuevo la pregunta incluida como título en este artículo,
¿Está agotada la monarquía española?
En este último período han sucedido algunos hechos que han contribuido a deteriorar la imagen de la monarquía:
Una vez que el Rey salió con cierta dignidad del episodio del elefante, han ido apareciendo nuevas noticias negativas, algunas de ellas históricas, como la duda sobre si se pagaron o no los impuestos relativos a la herencia que recibió del Conde de Barcelona hace 20 años, otras más o menos conocidas como las relaciones que haya podido mantener con una aristócrata alemana. El estado de salud del Rey, que ha tenido que someterse a otra intervención quirúrgica, tampoco es una noticia positiva aunque la enfermedad parece mas molesta que grave. Los 75 años que ha cumplido es otro factor negativo.
Todas estas informaciones, que afectan directamente al Rey, junto con las que afectan a su familia, derivadas de la instrucción del caso Nóos contra el duque de Palma, han creado un clima contrario al monarca y a la institución de la monarquía.
En algunos casos, incluyendo ciertos sectores de la derecha, se está pidiendo su abdicación y su sustitución por el Príncipe de Asturias, en otros, los más progresistas, se reivindica directamente la proclamación de la III República.
Si en vez de un rey, tuviéramos como jefe de Estado a un presidente elegido democráticamente, los delitos que pudieran cometer sus hijos tendrían en si mismos, una importancia relativa, pues los hijos de un presidente no tienen ningún papel político.
Desde un punto de vista político, hay dos hechos relevantes en las correrías delictivas de los todavía duques de Palma.
El primero, que se confirmase la participación de la infanta en esos asuntos. Con independencia de la pena que le pudiera corresponder, sería necesaria su separación total de la familia real y la renuncia a sus derechos de sucesión. Esta renuncia debería ser efectiva, también, si Urdangarin, que si se hiciesen efectivos los derechos de sucesión podría llegar a ser "Rey consorte", fuese condenado.
Dada la evolución del proceso parece necesario que esta separación de la infanta de la familia real con pérdida de derechos de sucesión, se llevase a cabo a la mayor brevedad posible. Ya no basta con quitarla de la foto oficial.
Un escenario más complejo se produciría si se confirmase la implicación del Rey en los negocios de Urdangarin. Si el Rey fuera cómplice de estos asuntos tendría que retirarse, pues España no puede permitirse tener un Rey condenado penalmente, aunque sea por persona interpuesta.
La abdicación del Rey no tiene que suponer necesariamente, el fin de la monarquía, de hecho la popularidad del Príncipe no está tan baja y una buena parte de la población sería partidaria de esta solución menos conflictiva.
No obstante otro sector, también importante cree que estos hechos afectan directamente a la institución monárquica y, en consecuencia, ha llegado el momento de dar paso a la III República.
Por otro lado el advenimiento de la III República no supondría un cambio tan radical como supuso la segunda, que saco a España de una monarquía decimonónica para meterla de lleno en la modernidad del siglo XX, que, lamentablemente, duró muy poco.
Un presidente republicano tendría, muy probablemente, un papel político parecido al que ahora tiene el Rey, con la diferencia, sustancial desde luego, de que sería elegido cada cierto número de años y no tendría derecho al puesto a perpetuidad.
El pragmatismo aconseja "en tiempo de tribulación no hacer mudanza" y, por tanto, mantener las instituciones como están pero para eso sería imprescindible que se acreditase la honestidad del Rey y su familia.
No podemos tener a la cabeza del Estado a una persona, sea Rey o Presidente, sobre la que se tuviesen sombra de dudas. La ventaja de la República es que los cambios, si fueran necesarios, pueden hacerse con mucha más facilidad.
Aunque depende de la evolución de los acontecimientos, no parece fácil que las aguas vuelvan a su cauce y, cabe la posibilidad de que empiece a reivindicarse el derecho a decidir sobre este tema
Un análisis equilibrado sobre el tema. De acuerdo con que va siendo hora de decidir lo que se quiere, pero también un cierto temor de añadir al momento poco positivo en el ámbito político y democrático que se vive, un elemento más de inestabilidad.
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