Pablo Casado ha pasado por la política española con mucha pena y ninguna gloria dejando casi cuatro años de ruido demagógico insoportable.
La efectividad real de su forma de hacer oposición ha sido mínima, salvo en el bloqueó de la renovación de los órganos constitucionales, que ha conseguido paralizar su funcionamiento durante mucho tiempo, y la del CGPJ todavía sigue pendiente.
Su herencia para España y sus ciudadanos es nula, pues es difícil encontrar ninguna iniciativa suya positiva digna de recordar; para su sucesor y para su partido deja en cambio una herencia complicada de gestionar si quieren que el PP vuelva a ser una alternativa creíble de gobierno.
El primer sapo que se tiene que comer N.Feijóo es el acuerdo de gobierno entre el PP y VOX en Castilla y León, que otorga a VOX la presidencia de las Cortes, y una vicepresidencia y tres consejerías en el próximo gobierno autonómico. Además de al próximo presidente popular, este acuerdo no ha gustado ni al Partido Popular Europeo ni a Pablo Casado que, de forma sorprendente, se ha quitado de en medio y ha dejado solo ante el peligro al presidente castellano leonés.
La necesidad de seguir los pasos de otros países europeos y aplicar un cordón sanitario a los partidos ultraderechistas es cada vez más evidente pero el acuerdo de CyL es un precedente nefasto que no debería servir de modelo para el futuro.
El argumento de VOX de pedir unas condiciones equivalentes a las del anterior pacto PP-Ciudadanos parte de la falsa hipótesis de que VOX fuera un partido homologable, con planteamientos admisibles en la comunidad política, pero eso no es así, sus propuestas y sus actuaciones demuestran que es un partido antisistema que utiliza las facilidades que le da la democracia para intentar que España vuelva a un régimen autoritario.
VOX tendría que tener el mismo nivel de aislamiento que tuvo Batasuna antes de la disolución de ETA, y que hoy, diez años después de su desaparición, no es necesario aplicarle. Como se hacía entonces con Batasuna, nadie pactará nada con ellos, no se les incluirá en ningún órgano, y solo tienen los derechos legales adquiridos por su resultado electoral.
El cordón sanitario a VOX requiere en primer lugar, la voluntad del PP en aplicarlo y su renuncia a aprovecharse de los votos de VOX para formar gobiernos y aprobar propuestas, pero no basta con la voluntad del PP, requiere también el apoyo activo del PSOE que no puede ni debe limitarse a criticar esos gobiernos, tiene también que colaborar en el aislamiento de la ultraderecha y eso requiere también renuncias por su parte.
En el caso de CyL había dos opciones: Un gobierno de gran coalición o un gobierno del PP investido con la abstención del PSOE. En ambos casos sería necesario un acuerdo programático, de gobierno en caso de coalición y de mínimos en caso de gobierno del PP en solitario.
El segundo gran problema del próximo presidente es el nombramiento de su equipo político. A nivel orgánico podrá formar el equipo que considere oportuno, esperemos que recuperando algunos de los dirigentes marginados por Casado en su negra etapa, pero, a nivel institucional tendrá que apoyarse en los diputados y senadores que fueron elegidos en 2019 a propuesta de P. Casado que, como se ha visto en estos años, es un equipo de segunda división con diputados y senadores con un perfil muy bajo.
El último punto que tiene que abordar, y para ello necesita gestionar bien a sus colaboradores, es el cambio de estrategia política:
- Pasando del insulto y descalificación permanente a una posición de crítica constructiva con propuestas positivas,
- evitando las continuas peregrinaciones a Europa para criticar y descalificar al gobierno y de rebote al país,
- no utilizando de forma demagógica los problemas económicos derivados de la guerra de Ucrania de la misma manera que lo hizo Casado con la crísis sanitaria derivada de la pandemia,
- facilitando, después de más de tres años de retraso, la renovación del CGPJ paralizada hasta ahora por P. Casado.