Tras cuatro elecciones consecutivas, el parlamento israelí ha elegido, por una ajustada mayoría de un solo voto, nuevo primer ministro al lider del partido Yamina (ultra nacionalista) Neftali Bennet.La operación de nombrar nuevo primer ministro es fruto de un complejo acuerdo de ocho partidos que incluye desde el ultranacionalista Yamina hasta la Lista Arabe Unida, pasando por centristas, socialdemócratas y socialistas. El acuerdo incluye la sustitución primer ministro en 2023 por el lider del partido centrista Yesh Atid, Yair Lapid, suponiendo que la coalición aguante hasta entonces.
Por primera vez en la historia de Israel se ha producido un acuerdo tan amplio que, además de incluir políticos de todo el espectro ideológico, incorpora representantes de los árabes israelíes.
El objetivo de un acuerdo tan complicado es quitar del gobierno, después de doce años, a Benjamín Netanyahu lider del Likud de ideología ultraderechista. La razón para este objetivo no es la ideología de Netanyahu, sino su comportamiento personal y político y su intención reiterada de ser primer ministro para evitar sus numerosos procesos por corrupción..
Netanyahu es, después de que Trump perdiera las elecciones norteamericanas, uno de los lideres más tóxicos del panorama internacional y su caída supone un alivio para cualquier ciudadano responsable.
Un lider tóxico es un político indeseable que ha sido elegido en unas elecciones con suficientes garantías democráticas. Son muchos los dirigentes políticos indeseables que hay en el mundo pero en muchos casos se trata de dictadores, reyezuelos o presidentes elegidos sin garantías democráticas. La característica de tóxico se la da el hecho de que, por razones muchas veces difíciles de entender, la ciudadanía le ha elegido de una forma democrática incuestionable.
Cualquier ciudadano interesado en política tiene sus propias preferencias basadas en la ideología y la gestión política realizada por cada partido. Algunos electores son claramente de izquierdas, otros claramente de derechas y eso determina su voto electoral. En algunos territorios la orientación nacionalista, religiosa o racial, determina significativamente el voto de gran parte de la ciudadanía. Hay también otro sector de la población que tiene un sesgo ideológico menos definido y que atiende mas a la gestión realizada en cada período, pudiendo cambiar de voto con mas facilidad de unas elecciones a otras.
En todos estos sectores hay grupos con comportamientos sectarios, mas abundantes de lo que sería de desear, que defienden sus posiciones ideológicas contra viento y marea, hagan lo que hagan sus representantes, aunque incumplan sistemáticamente sus propuestas, practiquen continuamente la demagogia, o prioricen sus intereses personales sobre los públicos lo que les lleva a incurrir en prácticas de corrupción.
El comportamiento tóxico se alcanza cuando los políticos que realizan estas malas prácticas son capaces, por sus habilidades de comunicación, sus medios de presión o la situación política y social existente en un determinado momento, de convencer a una parte significativa del electorado y alcanzar el gobierno.
Circula en la red un cuento sobre una tortuga subida a un poste, que puede aplicarse a los políticos tóxicos.
Un
político tóxico es como una tortuga sobre un poste .
Si
usted va andando por el campo y observa que sobre un poste hay una tortuga haciendo equilibrio, se dará cuenta de algunas
cosas.
- Primero: No entiende como llegó ahí.
- Segundo: No puede creer que esté ahí.
- Tercero: Sabe que no pudo subir allí por sí misma.
- Cuarto: Está seguro que no tendría que estar all.
- Quinto: Es consciente de que no hará nada ÚTIL mientras esté arriba del poste.
- Entonces, lo único sensato sería ayudar a la tortuga a bajar de allí.
Las decisiones del parlamento israelí, como en Noviembre de los electores norteamericanos, han conseguido hacer bajar del poste a unas tortugas que llevaban demasiado tiempo encaramadas en él.
Políticos tóxicos, o tortugas subidas en postes, tenemos también en España, a nivel autonómico y municipal. Hasta hace unos meses el presidente de la Generalitat catalana era un personaje estrambótico llamado Quim Torra, que fue elegido presidente debido al sectarismo del electorado independentista catalán, afortunadamente ha sido sustituido por otro lider nacionalista también que, con independencia de su ideología, parece ser una persona sensata y razonable.
El testigo de la toxicidad política en España lo ha recibido la recién elegida presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso (IDA) que, sorprendentemente, después de dos años de despropósitos y mala gestión ha sido reelegida en plena pandemia por abrumadora mayoría.
Esperemos que dentro de dos años el electorado madrileño recupere la cordura y seamos capaces de bajar a IDA del poste al que se ha encaramado. No vendría mal que la oposición de izquierdas en el parlamento madrileño actuara de forma eficaz para justificar que el electorado cambie su voto, si mantienen la pasividad de los últimos dos años IDA podrá mantenerse en el poste durante mucho tiempo.