Puigdemont salió de España en 2017 y posteriormente adquirió la condición de eurodiputado con la inmunidad correspondiente. Entre las peculiaridades del código penal español en relación con el de otros países europeos, las dificultades inherentes a las euroórdenes y su condición de eurodiputado, la extradicción del ex presidente está resultando una misión imposible, que hay que esperar que algún día se resuelva.
Entre tanto Puigdemont se mueve por Europa a su aire, aunque la repercusión política de sus actos sea cada día menor pues se ha convertido en el responsable político exiliado de un partido separatista, cada día más radicalizado, que progresivamente va perdiendo el apoyo de la ciudadanía catalana en beneficio de otro partido nacionalista, ERC, que va recuperando la racionalidad política haciendo esfuerzos por compatibilizar su catalanismo y su ideología de izquierdas, con una actitud pragmática en relación con el Estado Español, como demuestra su apuesta por la mesa de dialogo.
El análisis anterior hay que interpretarlo en una perspectiva de largo plazo pues las acciones del ex president todavía suscitan fuertes reacciones en los partidos políticos españoles, aunque son reacciones totalmente previsibles que no tienen mucho más efecto que el de incrementar el ruido político ambiental que ya es demasiado alto.
- El gobierno se acoge al habitual respeto a la actuación policial negando su participación en el asunto.
- Los nacionalistas catalanes aprovechan la coyuntura para publicitar sus reivindicaciones habituales: autodeterminación, amnistía y referéndum aunque con matices entre pues mientras ERC considera que hay que mantener la mesa de diálogo, los partidarios de Puigdemont opinan que esta ha fracasado y hay que volver a la unilateralidad. La forma en que los sectores catalanistas acepten una u otra posición serán determinantes para el futuro de la mesa.
- Las tres derechas por su parte se limitan a proclamar sus conocidas posiciones simplistas y antinacionalista acusando a los catalanes de romper España y al gobierno socialista de complicidad con ellos.
En definitiva Puigdemont se está convirtiendo en una molesta china en los zapatos del gobierno y de ERC que molesta pero no es peligrosa.
Si ERC y el gobierno aguantan con firmeza sus posturas negociadoras y, aunque sea lentamente, se van produciendo avances, es muy posible que a largo plazo, se consiga o no la extradicción, Puigdemont será una reliquia histórica con muy poca influencia.