La abdicación fue consecuencia de un largo proceso que comenzó en 2008 con el caso Urdangarín, siguió en 2008 con la cacería y el accidente de Botsuana y siguió con el deterioro físico del Rey como consecuencia de complicaciones en sus operaciones de cadera y que se manifestó con mucha rotundidad en su penosa actuación en el discurso de la Pascua Militar de enero de 2014. Podría afirmarse que con su actitud D. Juan Carlos I se dio jaque mate a si mismo.
La crísis derivada de la difusión del asunto comisiones del AVE-regalos de los reyes del golfo pérsico, se está convirtiendo en otro órdago aunque esta vez no va solo contra el rey sino contra la monarquía como institución.
El presidente del gobierno y A.G. del PSOE ha afirmado en una carta a los militantes, que las responsabilidades penales por los actos cometidos son personales y no de las instituciones. Siendo totalmente correcta, en términos generales, esta afirmación, no se puede obviar que la institución monárquica está firmemente unida a la persona del rey y a la familia real y, en ese sentido, el Rey Felipe esta afectado por los actos del Rey emérito.
Si el Jefe del Estado fuera presidente de la República, no tendría ninguna responsabilidad por los posibles delitos que hubiera podido cometer su antecesor, pero, al ser la monarquía hereditaria, la situación es muy diferente.
No hay razones directas para censurar a Felipe VI, durante sus seis años de reinado, el Rey ha cumplido a la perfección el papel de guinda del pastel que le otorga la constitución: Ha paseado por toda España, ha sonreído a todo el mundo, ha hecho discursos genéricos sobre lo que ha hecho falta, ha evitado, en general, meterse en conflictos, en los procesos post-electorales se ha limitado a tomar nota de las posiciones de todos los portavoces sin, al menos oficialmente, aportar ninguna iniciativa propia. En fin un Rey florero que cumple perfectamente su función constitucional.
La constitución, que blindó las responsabilidades penales del Rey, blindó también al gobierno para evitar los "borboneos" de sus antepasados anteriores a la II República y lo convirtió en un adorno cuya principal función era no interferir o hacerlo lo menos posible, aunque hay que admitir que el rey J.Carlos asumió un papel activo positivo en situaciones tan críticas como el 23F, utilizando su condición de comandante en jefe de las FF.AA.
Si fuera posible, aspiraría a un modelo de Estado del tipo República parlamentaria que tuviera un presidente elegido que hiciera, con mayor profesionalidad y mayores competencias, un papel de arbitro activo y no de mero observador privilegiado como el que tiene ahora Felipe VI.
El actual jaque al rey no es un jaque mate como el de 2014 sino simplemente un jaque intermedio de media partida cuyo valor depende de como se desarrolle el juego a continuación. Hay otra importante diferencia sobre el ataque de 2014: En aquella ocasión el rey emérito se ahorcó el solo pero en esta, todos los partidos republicanos, excepto el PSOE, están utilizando el tema de la corrupción de J. Carlos I para lanzar una ofensiva contra la monarquía.
Creo que los socialistas, salvo alguna excepción, somos republicanos, aunque por razones pragmáticas, aceptamos en el 78 la monarquía parlamentaria y ahora, más de 40 años más tarde, no parece oportuno cuestionarla en medio de una pandemia y la correspondiente crísis social y económica asociada a ella.
Siempre va a ser complicado encontrar un momento oportuno para plantear una reforma constitucional con referéndum incluido de estas características, sobre todo mientras las derechas consideren la monarquía como un derecho divino que no se puede cuestionar.
Tampoco sería positivo que el resultado de ese referéndum, caso de celebrarse, fuera muy ajustado en uno u otro sentido, por lo que no queda otra que esperar que el conjunto de la población vaya cambiando su sentimiento hacia la monarquía, lo que da una oportunidad a la cas real para recuperar el prestigio perdido.