Hace
poco más de un año, con ocasión de las elecciones legislativas en Egipto,
consideraba que en Egipto se había creado un autentico
laberinto político, que me tomaba la licencia de comparar
con el Gran Laberinto histórico que:
“Según las antiguas creencias, el Gran Laberinto se componía de un complejo
sistema de pasadizos diseñados para ofrecer al dios rey, Osiris, protección
contra sus enemigos tanto en esta vida como en la siguiente.”
En Julio de 2013, después del golpe
de Estado dado por su propio ejercito, el laberinto egipcio se hace más
complicado todavía, y el riesgo de que la primavera árabe se acabe frustrando
en Egipto parece cada vez mayor.
En estos días se han publicado
muchas crónicas sobre la situación en Egipto, muchas de ellas, como
lamentablemente es cada vez más habitual en muchos medios, limitándose a los
aspectos más espectaculares o más sangrientos y pocas veces yendo al fondo del asunto.
Una excepción a estas crónicas es
la Tribuna Libre firmada el 12 de julio en El País por Sami Naïr, La catástrofe egipcia,
que describe con mucha claridad los papeles que están jugando los distintos
actores políticos que operan en Egipto: Presidente Morsi, militares, Hermanos
Musulmanes, Salafistas y Laicos, junto con un pueblo cada vez más desesperado
por la degradación de la situación política y económica.
Las elecciones generales dieron al
presidente Morsi una victoria clara, aunque escasa, por la baja participación,
que en un contexto estable podría permitir que el partido vencedor actuase según
su criterio pero que en una sociedad que esta en transición debe interpretarse
de otra manera.
Egipto es un país socialmente
dividido en dos grupos básicos, aunque tengan muchas variantes, islamistas y
laicos. Los Hermanos Musulmanes, islamistas supuestamente moderados han ido
radicalizando sus posiciones con un fanatismo religioso creciente, que ha
producido una fuerte reacción de protesta en el sector laico y en otros
sectores como los coptos.
Las fuerzas armadas por su parte,
además de estar formadas en una tradición Nasserista de tendencia laica,
disfrutan de muchos privilegios sociales y económicos que tampoco están dispuestos
a ceder fácilmente, y por otro lado gozan del apoyo de una buena parte del
sector laico que en muchos casos justifica su intervención.
Por otro lado, las grandes
potencias internacionales, Europa y EE.UU, se han limitado en general a admitir
el golpe y llamar a la reconciliación. Hay que esperar que también estén haciendo
gestiones políticas y diplomáticas para contribuir a reconducir la situación.
La situación en Egipto recuerda de
algún modo la transición española de 1977 ahora cuestionada en algunos ámbitos.
Su éxito se basó en la capacidad que tuvieron las fuerzas políticas
evolucionistas del régimen franquista por un lado y los partidos de oposición
al régimen por otro. Entre todos acuñaron el concepto "ruptura pactada" que describe de forma sintética la
transición española.
Aunque sea una obviedad decirlo, las
fuerzas políticas están dirigidas por personas que las impulsan en un sentido u
otro y los dirigentes políticos de entonces, especialmente Adolfo Suarez,
Santiago Carrillo, y por supuesto el Rey, comprendieron perfectamente su papel
y consiguieron construir un esquema de convivencia política y social que ha
sido efectivo durante treinta y cinco años y solo ahora empieza a plantearse la
necesidad de realizar alguna reforma constitucional.
¿Tiene Egipto los dirigentes adecuados para dirigir una transición que de lugar a un esquema de convivencia aceptable para todos?
Los personajes claves después del golpe, además del presidente destituido Morsi, son:
Adli Mansur que ha sido nombrado presidente interino. Fue elegido presidente del Tribunal Constitucional Supremo de Egipto a principios de este mes.
Mohamed El Baradei, Premio Nobel de la Paz 2005, por sus esfuerzos como director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica, de la ONU, ha sido nombrado vicepresidente para asuntos internacionales. Es líder del partido laico Frente 30 de Junio y una de las figuras más prestigiosas de la oposición egipcia.
Hazem el Beblaui, economista y
ex-ministro de Finanzas que ha sido nombrado primer ministro interino.
Abdel Fatah Al Sis, Jefe del Estado
Mayor que encabezó el golpe de Estado, mantiene la cartera de Defensa, y pasa a
ser también viceprimer ministro.
Aunque se ofreció la participación
en el gobierno provisional tanto a los salafistas de Nur, que en principio
apoyaron el golpe, como a los Hermanos musulmanes de Morsi, ninguno de ellos ha
accedido finalmente a participar.
Por otro lado, es también muy
importante en una sociedad como la egipcia, el apoyo explicito al golpe militar
de sus máximas autoridades religiosas: el patriarca de la iglesia ortodoxa
copta, Tawadros II y el gran imán de Al Azhar, Ahmed Tayyeb. En este último
caso en clara contradicción con la actitud de los partidos islamistas
La composición del nuevo gobierno,
especialmente la presencia en él de El Baradei, que
fue capaz de desmontar el montaje de G. W. Bush en Irak demostrando que las
armas de destrucción masiva solo existían en la calenturienta mente del
presidente norteamericano, y el apoyo de los lideres religiosos, ofrece motivos
para pensar que se van a hacer esfuerzos para alcanzar la reconciliación
nacional.
Para conseguirlo, parece
imprescindible que se rebaje la presión en la calle, tanto de islamistas como
de laicos y que el ejercito sea capaz de mantener el orden con la suficiente
prudencia evitando el uso de las armas, pues si el número de victimas crece, el
resultado será imprevisible.